En el mundo de Esto va a doler llevar un dedo vendado ha adquirido otro significado. En la película de Christos Nikou, a concurso en la Sección Oficial, se ha creado una máquina que es capaz de analizar si los dos miembros de una pareja están realmente enamorados. Para eso hay que arrancarse una uña, pues en ellas, como indica el mensaje con el que comienza el filme, se manifiestan los primeros síntomas de los problemas del corazón. De ahí que el dedo vendado sea como una letra escarlata que marca que tú y tu pareja habéis pasado por tal procedimiento.
Esto se lleva a cabo en el Instituto del Amor. Allí empieza a trabajar Anna, quien ya se sometió en el pasado a la prueba con su novio Ryan y el resultado fue positivo. La protagonista no solo lleva a cabo el procedimiento de arrancar las uñas y meterlas en la máquina, también ayuda a las parejas a que den positivo.
Anna y su mentor Amir hacen que los novios y novias se sumerjan en el agua y estén un minuto mirándose a los ojos para conectar la sensación de falta de aire con su pareja. Les hacen saltar juntos en paracaídas para que sepan lo que es tener la vida del otro en sus manos. También buscarse a ciegas solo por el olor en una sala llena de gente en ropa interior, ver películas de Hugh Grant en un cine en llamas, cantar en un karaoke en francés e incluso terapias de electrochoque para, a lo perro de Pavlov, conectar el adiós del amado con dolor.
A medida que Anna y Amir ayudan a las parejas a su cargo, ellos también van sintiendo cosas el uno por el otro. Y es con este trío formado por Jessie Buckley, Jeremy Allen White y Riz Ahmed; tres de los mejores actores de nuestra generación, con el que Nikou hace que Esto va a doler sea una película interesantísima de cara a debatir sobre las relaciones románticas. Porque, si Anna y Ryan han dado positivo, ¿cómo es posible que ella crea que se está enamorando de Amir? Precisamente la duda y las inseguridades en las relaciones de pareja sobrevuelan, a modo de nubarrón, a lo largo de todo el largometraje.
Esto va a doler quiere ser algo parecido a Langosta de Yorgos Lanthimos, una obra maestra del cineasta y una sátira de las relaciones románticas con la ciencia ficción solo como excusa. Sin embargo, aunque el filme también tiene momentos de comedia, Langosta es tremendamente mordaz y Esto va a doler -Nikous fue director de segunda unidad de Lanthimos en Canino- no. El filme se queda a medio gas, desaprovechando una gran idea y un reparto de lujo.
'All Dirt Roads Taste Of Salt': Un poema hecho película
Cuando te enfrentas a All Dirt Roads Taste of Salt, la sensación es la de estar viendo un poema. Todo cobra sentido cuando descubres que su directora Raven Jackson, que debuta en el largometraje con este filme, es precisamente eso: poeta. Su película es una combinación preciosa de secuencias que demuestra que se pueden contar historias de una forma diferente.
All Dirt Roads Taste Of Salt narra, a través de los años, la historia de una mujer de Misisipi. Con muy pocos diálogos y primerísimos primeros planos que duran una eternidad, Jackson tiene la habilidad de transmitirlo absolutamente todo solo con imágenes. No unas cualquiera, la cineasta hace un estudio de las manos, que son un elementos clave en el filme. En la mayoría de los planos son las protagonistas, funcionando como estrofas del poema que nos está recitando. Se mueven, agarran, acarician, abrazan y acunan. Son ellas las que nos dan pistas de lo que está ocurriendo en el interior de los personajes.
Jackson apuesta por la inteligencia del espectador y evita las explicaciones. Su película parece una sucesión de recuerdos que se mueven en el pasado y el futuro y que solo cobran sentido cuando los vemos todos.
All Dirt Roads Taste of Salt es una película que empapa en el espectador de una forma titánica con muy pocos elementos. Si Vidas pasadas de Celine Song convertía una historia muy simple en algo bello, Jackson transforma en bello imágenes simples pero cargadas de significado. Son tan poderosas, sobre todo cuando se les une la preciosa banda sonora del filme, que sientes que estás delante de algo único. All Dirt Roads Taste of Salt es una auténtica joya.
'El sueño de la sultana': Utopía feminista
Este año, la conversación cinematográfica del verano ha sido la de la utopía feminista. Barbie, la película de Greta Gerwig protagonizada por Margot Robbie, imaginó un mundo, Barbieland, en el que las mujeres -muñecas, en este caso- tienen el poder. Algo parecido ocurre en El sueño de la sultana, una película de animación que compite en la Sección Oficial del certamen y que, pese a tener buenas ideas, no entusiasma.
El sueño de la sultana, dirigida por Isabel Herguera, se inspira en el cuento homónimo escrito en 1908 por Begum Rokeya, feminista pionera de Bangladés. Inés es la protagonista de la película, una directora de animación española que descubre, en uno de sus viajes a la India, el libro de Rokeya. Queda tan fascinada por la historia y la autora que decide emprender su propio viaje para encontrar Ladyland, el país imaginado por Hussein en el que, a lo Barbieland, las mujeres tienen el poder.
Aunque la animación es bonita y la película cuenta con algunos momentos que despuntan, el filme se convierte en un batiburrillo de secuencias y capítulos que combinan lo onírico, lo surrealista y lo realista sin mucho tino. Su intención es buena, pero El sueño de la sultana no despierta rebeldía ni interés.
'Anatomía de una caída': Radiografía de un matrimonio
Una fotografía: un hombre tirado en el suelo. La sangre que sale de su cabeza tiñe la nieve que lo cubre todo. Ha muerto en la cabaña en la que vive junto a su mujer, su hijo y su perro. Así detona Anatomía de una caída, la película de Justine Triet que ganó la Palma de Oro en Cannes y que aquí forma parte de la Sección Perlak. El fallecimiento podría ser un accidente o un suicidio, pero también un asesinato y la única sospechosa es su mujer, una escritora a quien da vida Sandra Hüller.
Anatomía de una caída, un 'thriller' procedimental, narra la investigación y el juicio al que debe someterse la protagonista tras la muerte de su marido. Con diálogos perfectamente escritos y actores que los defienden con tremenda dignidad, Triet mantiene un ritmo envidiable a lo largo de todo el relato.
Una de las grandes decisiones de la cineasta, que también coescribe el guion junto a Arthur Harari, es aislar a la familia protagonista. De esta forma, el espectador se acerca al misterio de la forma más objetiva posible, pues solo conoce los detalles de la vida de la pareja a través de lo que ella y los testigos cuentan en el juicio: momentos privados que pasan a ser públicos y se someten a un escrutinio retorcido.
Lo que hace Hüller es impresionante y lo que consigue Triet dirigiendo también, pero cabe destacar el papel de Antoine Reinartz. El actor da vida al villano de la historia, al abogado que pone en duda la inocencia de la protagonista. Ver interactuando a Hüller y Reinartz es un espectáculo.
Ahora que las películas de casi tres horas han pasado de ser algo anecdótico a lo habitual, hay que poner en valor encontrarse con un filme como este. Parece que, en algunas películas, la cantidad de minutos está destinada solo a justificar el precio de la entrada. El problema es que, en muchas ocasiones, esos casi 180 minutos no son necesarios y se vuelven tan plomizos que desearías haberte ahorrado los euros. Anatomía de una caída es una muestra de que cuando las cosas se hacen bien, dos horas y media pueden pasar en un suspiro.
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