Hay una secuencia en La tierra prometida, la nueva película de Nikolaj Arcel, en la que el villano Frederik de Schinkel hierve a un hombre hasta la muerte. Lo hace delante de toda una multitud reunida en su mansión durante una fiesta. Entre los testigos de la tortura está el empobrecido capitán Ludvig Kahlen, que se ha instalado cerca de las tierras de Frederik, el despiadado y único gobernante de la zona. Lo de escaldar vivo a un ser humano es solo una de las muchas jugadas de Frederik contra Ludvig para que este último se someta a su poder o abandone.
La tierra prometida, una de las Perlas de la 71ª edición del festival, es un wéstern danés muy adictivo. Ambientado en Dinamarca, en 1755, el protagonista interpretado por Mads Mikkelsen es un bastardo hecho a sí mismo. Ludvig tiene ambiciones, así que se propone llevar a cabo una misión imposible: cultivar en los inhóspitos páramos daneses para crear una colonia en nombre del rey. Si lo consigue recibirá un título nobiliario.
Ludvig no puede hacer todo esto solo, así que contrata a la sirvienta Ann Barbara y a su marido, los mismos que trabajaban antes para Frederik y que huyeron de su sadismo y maltratos. ¿El hombre que el gobernante mató a cubos de agua hirviendo? La pareja de Ann.
La tierra prometida es una película cruda perfectamente medida, con un guion increíble y unos personajes maravillosos. No hay nada fuera de lugar. Incluso la cantidad de sangre es la justa y necesaria en cada momento. El filme no es solo la batalla entre dos hombres, también es un relato de venganza y una historia familiar. Porque en su intento de triunfar, Ludvig va creando un peculiar clan con su sirvienta, una niña ladrona y un cura joven.
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La película de Arcel va de menos a más, descubriendo su atractivo poco a poco. La tierra prometida es un producto que se va ganando al espectador con los rayos de intimidad, ternura y amor que aparecen entre tanto nubarrón de violencia. No solo nos referimos a la física, también a la psicológica e incluso la paisajista. Las imágenes del páramo, que parece infinito a medida que van pasando las estaciones y su climatología extrema, son, como la película en sí, una contradicción: belleza corrompida.
Mikkelsen está impecable -como siempre- y Simon Bennebjerg interpreta perfectamente al villano sádico de la historia. No obstante, la que se merece una mención especial es Amanda Collin, que se mete en la piel de Ann Barbara. Su venganza final es uno de los grandes momentos del año en una de las grandes películas del año.
'Memory': La memoria es una maldición
Los dos personajes protagonistas de Memory están rotos. Ella, Sylvia, es una trabajadora social y madre soltera que lleva un tiempo sobria y sufrió abusos sexuales cuando era menor. Él, Saul, es un hombre que padece demencia. La primera vez que se ven es en una fiesta. Su encuentro podría haberse quedado en una mera anécdota, pero por alguna extraña razón él sigue a Sylvia hasta su casa. Y esto crea una conexión que cambia sus vidas.
Memory, lo nuevo de Michel Franco, es un drama anclado y construido por y para los protagonistas, interpretados por Jessica Chastain y Peter Sarsgaard. Ellos, que no dejan ni un detalle, ni una expresión, ni un movimiento al azar; son la película y con sus interpretaciones defienden la historia con garras porque, aunque Franco toma decisiones interesantes en lo que respecta al guion, hay momentos algo desencajados y forzados.
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Chastain y Sarsgaard -el actor se alzó con la Copa Volpi a Mejor interpretación en el Festival de Venecia- están titánicos, y una de las cosas más interesantes es lo opuesto de sus personajes. Mientras ella no puede olvidar un suceso de su pasado que ha marcado el resto de su vida, él no puede recordar las cosas más recientes. Se completan dentro de sus opuestos.
Memory, que pese a ser una historia de amor sentenciada también tiene algo de esperanza, es una película para recordar, pero por lo que hacen Chastain y Sarsgaard.
'Puan': Tomarse la vida con filosofía
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Ya en Sección Oficial, compitiendo por la Concha de Oro, ya hemos visto tres comedias muy diferentes. Además de la fina y entrañable Ex-Husbands y la indiferente y surrealista La práctica; en el certamen también se ha presentado Puan. Dirigida por María Alché y Benjamín Naishtat, la película es una 'feel-good movie' sobre un profesor de filosofía de Buenos Aires.
Marcelo, interpretado por Marcelo Subiotto -enorme en las situaciones más ridículas de su personaje y encantador en las más sentimentales-, ha dedicado toda su vida a la enseñanza. Cuando su mentor muere, el protagonista asume que se convertirá en su sucesor, pero las cosas se tuercen cuando aparece Rafael Sujarchuk, otro filósofo interpretado por un genial Leonardo Sbaraglia con mucho carisma que también quiere el puesto.
Puan combina muy bien la comedia y el drama, la carcajada y la lágrima. Su estructura y sus diálogos están confeccionados de forma clásica y efectiva. Como profesor de filosofía, Marcelo trata muchos temas en sus clases. La película también: la muerte, la existencia del ser humano y, con un punto final crítico, la autoridad. Y todo esto termina encajado en una película sencilla, emotiva y con buenos diálogos y reflexiones.
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