No hay nada como ver a alguien atrapado en un lugar estrecho como para generar inquietud en el espectador. Ya nos metió miedo Antonio Mercero con la genial La cabina en 1972 y desde el otro lado del charco nos llegó Última llamada (2002), una película protagonizada por un Colin Farrell atemorizado por un francotirador que le matará si decide salir de la cabina en la que se encuentra. La cinta mantiene al pobre Farrell y al espectador en tensión durante la casi hora y media que dura y, por suerte, no dura mucho más porque si no sería inaguantable.
La premisa de la película es sencilla. Stuart Shepard es un publicista -algo desagradable, todo hay que decirlo- que está llamando a su amante desde una cabina en pleno Times Square. Tan pronto como cuelga, recibe otra llamada y decide responder. Al otro lado de la línea le contesta un hombre que conoce su aventura con Pam y le amenaza con contarle la verdad a su esposa si sale de la cabina. Este hombre misterioso es una especie de justiciero que se dedica a poner entre la espada y la pared a personas amorales, pero sus reglas del juego son tajantes: si se niega a contar su aventura y sale de la cabina, morirá.
Está dirigida por Joel Schumacher, el mismo de The Lost Boys (1987) o Un día de furia (1993). Fue él quien quiso llevar a cabo una idea que andaba rondando por los estudios desde la década de los 60, cuando el guionista Larry Cohen se la propuso al mismísimo Alfred Hitchcock. Al maestro del suspense le gustó la idea de situar la acción dentro de una cabina, pero el proyecto no prosperó porque ninguno se ponía de acuerdo en la razón por la que el protagonista debía permanecer dentro de la cabina.
Durante décadas se intentó sacar adelante la película y numerosos actores y directores pasaron por ella. Hasta Michael Bay fue uno de los involucrados, pero decidieron prescindir de él cuando preguntó: "Vale, ¿ahora cómo sacamos esto de la maldita cabina?". Quedó inmediatamente fuera del proyecto y los ejecutivos continuaron buscando a la persona idónea que resultó ser Schumacher.
El cineasta hizo un buen trabajo, centrándose en mantener la acción dentro de este reducidísimo espacio y sin irse por las ramas. Última llamada va al grano, no pierde el tiempo en explicaciones innecesarias y no alarga la acción para aumentar la duración. 81 minutos de pura tensión que no necesitan ni un minuto más. La interpretación de Colin Farrell en el centro de la trama es clave para soportar la película. No todos los actores hubieran podido aguantar el tipo de la manera que lo hace Farrell y en cambio él empuja la tensión que hacen de Última llamada un thriller único.