Conocí a Victoria Beckham cuando aún se apellidaba Adams. Es más, supe de su existencia antes que de la de su famosísimo marido. Las Spice Girls y yo nacimos en el mismo año, 1994, un vacío legal social donde anida gente que dependiendo del contexto rema a favor de lo "millennial" o de lo Z, de ahí mis vastos conocimientos sobre todas las eras de Taylor Swift, que estrena a nivel mundial una película que ya ha batido récords este viernes.
Creo que tenía unos tres o cuatro años cuando me paseaba llevando una camiseta de la "girl band" británica del momento, de todos los momentos, y cantaba en un perfecto inglés inventado Wannabe. Poco más le podía pedir a la vida cuando ni siquiera sabía que vendrían unos años, bastantes, en los que me daría vergüenza hacer todo eso que me divertía por aquel entonces porque mi sentido del ridículo comenzó a crecer a un ritmo mucho más constante que yo misma, exponencial, tal y como demostraban las marcas que iba dejando mi madre en los azulejos del baño conforme me iba midiendo para comprobar que todo marchaba como debía. Supuestamente.
En casa el fútbol era como ir a misa, solo que en la mía la mayoría éramos de entrada más de lo primero que de lo segundo. Todos los domingos se comulgaba en la iglesia y se veían en el salón los partidos que mi padre consideraba. Yo los disfrutaba, eso sí, era un ritual más al igual que luego lo era rellenar la quiniela juntos. Y me encantaba saber quiénes eran todos los jugadores que lo petaban en aquel entonces, desde Mostovói hasta Alfonso pasando por Celades, y que mi padre estuviera satisfecho con ello.
Así fue como Beckham entró a mi vida. Recuerdo que cuando llegó al Real Madrid, allá por 2003, una compañera de clase dijo que a ella le gustaba. Yo mientras tanto evitaba a toda costa jugar siquiera al conejo de la suerte por la mera idea de hablar de besos.
En cualquier caso, sabía de él desde antes, cuando aún jugaba en la Premier League. Su llegada a España fue muy mediática y aterrizó en nuestro país acompañado de Victoria Beckham, antes Adams, antes con una carrera propia, con la que llevaba casado ya cuatro años en aquel punto, el mismo tiempo que el futbolista inglés estuvo jugando en nuestra liga.
En este periodo, la cantante, ahora diseñadora y empresaria, tuvo a su tercer hijo en nuestro país, Cruz Beckham, un momento que se refleja en el documental que la pareja acaba de estrenar en Netflix y que ella recuerda como un tanto traumático porque mientras ella estaba esforzándose en traer al mundo a su bebé, él casi se pierde el nacimiento por estar haciendo una promoción junto a Beyoncé y Jennifer Lopez, pero es que claro, ¿cómo iba a decir que no a eso?
Desde que David y Victoria Beckham se casaron a ella se le colgaron, le colgamos, muchos sambenitos. Por supuesto, no estaba a la altura de su marido en lo más importante: el físico (por favor, siga las recomendaciones de su farmacéutico y lea con sarcasmo e ironía); pasó a ser "la mujer de", porque en ningún momento nos planteamos que quizás dejase aparcada su carrera, cualquiera de ellas, por deferencia hacia él, algo que nunca les pasa a las mujeres cuando se casan y comienzan a formar una familia con sus parejas; y el colmo entre los colmos, después de llegar a España comenzó a decir que nuestro país olía a ajo. ¿Tendría este malestar, canalizado, supuestamente, ya que ella dice en el documental que nunca llegó a pronunciar esa frase, por la infidelidad de su marido con la niñera de sus hijos, Rebecca Loos, al más puro estilo Jude Law?
Durante mucho tiempo Victoria fue un accesorio más de su marido, al menos a los ojos del público, porque así fue cómo nos la mostraron los medios. Sin embargo, desde hace años la imagen que tenemos de ella, que potencia, no tiene nada que ver con eso: ahora Victoria Beckham es una mujer poderosa, orgullosa de su época como Spice y mejor representante que nunca de aquel mote con el que la bautizaron: Posh. Ha conseguido pasando a dominar la narrativa en torno a ella y su familia, que los vean como eso, una familia real, que se quiere a pesar de todo y por todo, al margen de lo que suceda entre bambalinas, ya que sabe que valen más, en todos los sentidos, estando juntos.
24 años más tarde de casarse con uno de los futbolistas más reconocidos de todos los tiempos, la cantante inglesa es mucho más que todo eso: es una diseñadora de renombre cuyas colecciones se pasean por la semana de la moda de París, que viste a la reina doña Letizia y a lo más granado de Hollywood y se ha convertido en una de las grandes representantes de la filosofía de moda del lujo silencioso. ¡Ah! Y David Beckham se casó con ella. Él con ella. Casi se nos han olvidado sus icónicos "looks" de pareja. Bueno, en realidad no, eso no lo vamos a olvidar nunca.