Antes de que Peter Jackson creara su trilogía de El señor de los anillos, por sus intentos de adaptaciones infructuosos pasaron desde Walt Disney hasta George Lucas o incluso Los Beatles. Precisamente esta fue la idea que el mismísimo JRR Tolkien vetó que habría tenido a Paul McCartney como Frodo, Ringo Starr como Sam, George Harrison como Gandalf y John Lennon como Gollum. Ah, sí, y su director predilecto para hacerla habría sido... Stanley Kubrick. Por intentarlo, que no quede.
Donde vamos no necesitamos CGI
Al menos estamos seguros de que la película de Los Beatles no habría estado repleta de efectos visuales por ordenador. Todo lo contrario que hoy por hoy, cuando la solución por defecto es tirar de CGI. Los efectos prácticos parecen condenados al fondo de un rincón, pero hay momentos en los que pueden demostrar lo que valen. Sin ir más lejos, en El señor de los anillos: Las dos torres, cuando Théoden se libra de una vez por todas de la mala influencia de Grima Lengua de Serpiente.
También, con ese nombre, qué se puede esperar de Grima. El caso es que en ese momento, cuando Théoden recupera su sentido y vuelve a ser él mismo, su rejuvenecimiento es un efecto práctico: se hicieron cuatro maquillajes distintos para cuatro momentos de la vida y Bernard Hill tuvo que hacer el mismo movimiento varias veces para que, después, se pudiera añadir morphing y transformar todo el esfuerzo técnico en unos pocos segundos increíbles. La ilusión es prácticamente perfecta.
Bernard Hill, por cierto, es el único actor del mundo que ha salido en dos películas galardonadas con once Óscars. Fue el capitán del barco en Titanic y Théoden, de nuevo, en El retorno del rey. Solo le habría faltado Ben-Hur para hacer pleno. Actualmente, a sus 78 años, vive bastante retirado del cine y la televisión, salvo algunos papeles muy específicos. Se lo ha ganado con creces.