La primera vez que R2-D2 fue presentado en sociedad en España, durante el festival de cine de San Sebastián de 1977, el presentador de TVE aseguró que le conoceríamos como "Arturito". Por suerte, la cosa no terminó de calar y R2-D2, creado por George Lucas inspirándose en uno de los personajes de La fortaleza escondida, de Akira Kurosawa, se convirtió en uno de los personajes clave de toda la saga de Star Wars. Pero lo mejor es que no nos damos cuenta de lo importante que realmente es.
Arturito y Citripio
Mucho se ha hablado del nombre del droide, pero sus orígenes son de lo más rudimentarios: rodando American Graffiti, el editor de sonido, Walter Murch, pidió escuchar la segunda cinta, pista de diálogo dos. O sea, "Reel 2, Dialog Track 2". Puesto en corto, "R2D2". Lucas, que en ese momento estaba echándose una siesta, abrió los ojos justo para decidir el nombre de su personaje en la película. Felices casualidades de la vida.
R2-D2 es, además, uno de los personajes más trágicos de toda la saga: construido por Anakin, acabando en manos de su hijo secreto, sabiéndolo todo (nunca le borraron la memoria, como quedó claro en Clone Wars) y sin poder decir nada. Quizá por eso hay una muy feliz concordancia. En El imperio contraataca, cuando Luke le pide que no vaya con él y se quede en la nave, R2 le desoye y empieza a perseguirle por todos los sitios. Fue un detalle gracioso... hasta que vimos La venganza de los sith.
25 años después (pero décadas antes en la ficción), Lucas creó una justificación para que el robot siempre quiera estar en todos los meollos: Anakin le pide que espere, cerca del final de la película... y jamás vuelve. Desde entonces, decide desoír órdenes directas y meterse donde haga falta. Eso sí, podría haber resuelto todo en Una nueva esperanza y decidió quedarse calladito para que tuviéramos dos películas más. Así da gusto.