Puede que la cosa que más me apasiona en el mundo es la locura por la que se ha ido la saga Air Bud: la película de un perro jugador de baloncesto que acabó desembocando en cinco secuelas (donde probó el béisbol, el fútbol, el voleibol y el rugby) y en una saga de spin-offs de sus cachorros, Air Buddies, que cuenta con siete partes -al menos hasta ahora-. ¡Y aún hay más! Otro spin-off del spin-off sobre los cachorros en versión navideña, Santa Paws (y su secuela). ¿A alguien le hace un maratón de las catorce películas más liśergicas de la historia?
Con Air Bud jugarás, Air Bud jamás olvidarás
Y lo mejor es que todo empezó con Buddy, un golden retriever muy gracioso que había salido en un programa de vídeos caseros a inicios de los 90, America's Funniest Home Videos. Su dueño, convencido de que tenía un filón entre manos, fue a una productora de cine a proponerles una película sobre Buddy. Sorprendentemente la financieron e incluso se fundó la productora Air Bud, que desde entonces ha hecho todas las películas del perrete.
Pero en 1997 nadie esperaba no ya que la gente viera la película, sino que estuviera en una calidad suficiente como para darle al botón de pausa en un momento dado. Y alguien en algún departamento aprovechó para pasárselo pipa con la noticia de un periódico, cuyo titular estaba claro pero que era una absoluta fantasía al leer la letra más pequeña. Entonces imposible, ahora pura incredulidad.
"El capitán Framm es conocido por ser el único hombre en romper la barrera del sonido con un plátano y un calcetín de deporte largo", dice, "Su padre, Luther Framm, era el atrevido piloto que durante la II Guerra Mundial lanzó jamón y Biblias a los prisioneros musulmanes en Berlín". Es posible que te preguntes cómo esto fue permitido, pero es que la cosa aún sigue: "Framm se unió a la fuerza aérea Prueba o Muere, donde se convirtió en el primer líder de escuadrón travesti del mundo". Hay alguien en su casa aún riéndose por la hazaña... Y es perfectamente lógico.