En un principio, Disney no quería hacer La Sirenita. Y es que, originalmente, la propuesta les sonaba a una idea que se estaba trabajando para la secuela de 1, 2, 3... ¡Splash! y no veían cómo ambas podían encajar. Finalmente, en 1988 se hizo Splash, otra vez, que fue un sonoro fracaso. Para entonces, John Musker y Ron Clements ya habían recibido la luz verde para su historia basada en el cuento de Hans Christian Andersen que llevaba rondando las oficinas de la productora desde finales de los años 30.
Sobre el mar, errores hay
Originalmente, Walt Disney veía La Sirenita como una historia con mucho corazón, muy simple pero entrañable, que podría contarse en apenas diez minutos. Finalmente la dejó de lado para hacer su obra maestra El patito feo, también de Andersen. Pero en los 80 el asunto era muy diferente: Disney no había hecho películas de princesas desde La bella durmiente y necesitaban una heroína con la que toda una generación de niñas pudiera identificarse. Efectivamente: con Ariel dieron totalmente en el clavo.
Bueno, más o menos. Y es que la película, entre montaje y montaje, tuvo un fallo inexcusable en la escena de la cena: cuando van a comer y levantan sus cubreplatos, fíjate bien en el asa. ¡De un plano a otro, cambian por completo! Lo más probable es que ambos planos fueran dibujados por dos personas diferentes que no se transmitieron esa información... O que los poderes mágicos de Úrsula llegan hasta los asas de los cubreplatos. Quédate con la que más te guste.
La Sirenita se convirtió en la sexta película más taquillera de 1989 y dio por comenzado el "renacimiento de Disney" tras unos años en los que se estaba tambaleando al sacar películas mucho más arriesgadas pero, definitivamente, menos vistosas. El resto, y a la vista del estreno de Wish esta semana, ya lo conoces de sobra, ¿no?