En 2012, Los juegos del hambre recaudó 694 millones en taquilla, pero costó tan solo 78. Obviamente, la maquinaria de Hollywood se puso en marcha cuanto antes para traer una secuela el año siguiente. El director, Gary Ross, se apeó enseguida: desde Lionsgate pretendían que estuviera filmando solo tres meses y medio después del estreno de la primera parte, y no estaba dispuesto a hacerlo. Se marchó junto con el guionista, y, en lugar de dejarse llevar por el caos, en la productora se dejaron llevar por el dinero, pagando 400.000 dólares a la semana (¡a la semana!) a Michael Arndt para que la reescribiera a su gusto.
Los tributos campeones
Tampoco es que Arndt tuviera tanto margen para la improvisación: al fin y al cabo, Los juegos del hambre: en llamas se basaba en la misma saga literaria de Suzanne Collins y no podía transgredirla excesivamente. Sí que tomó una decisión un poco extraña pero perfectamente válida: no dar la puntuación de los entrenamientos de Katniss y Peeta. Sin embargo, el libro sí lo hace. Y los resultados son increíbles.
Si en la primera parte Peeta conseguía un 8 y Katniss un 11, en esta secuela, concebida como un all-stars, ambos baten el récord de 12, aunque se deja caer que no es necesariamente por su pericia, sino porque el gobierno quiere ponerles una diana encima y castigarles por tratar de arruinar los juegos el año anterior. Los resultados de los entrenamientos también son muy diferentes: en el libro, Katniss acaba ahorcando a un muñeco de entrenamiento y escribiendo el nombre de Seneca Crane por todo su cuerpo. Salvaje, desde luego.
Después de que En Llamas fuera otro sonoro éxito, la saga cometió su mayor error: dividir el siguiente libro, Sinsajo, en dos partes, para así hacer más caja, a pesar de que ni siquiera se mostraban los Juegos en sí. Ambas bajaron en taquilla y dieron por terminada la saga... Al menos hasta su precuela de este año. Y es que quedan unos 70 Juegos por ser narrados. ¿Quién nos asegura que no acabemos viéndolos tarde o temprano?