La hegemonía cómica de Jim Carrey desde Ace Ventura hasta, probablemente, Como Dios, es un periodo de casi diez años en el que no había película suya que fallara en taquilla -con la triste excepción de Un loco a domicilio-. Desde La Máscara hasta Dos tontos muy tontos, si Jim Carrey estaba en ella era sinónimo de risas para los espectadores y billetes en el banco para las productoras. Y quizá el ejemplo más claro de una cinta que no hubiera triunfado en otras manos es Mentiroso compulsivo.
Vamos a contar mentiras, tralará
Y eso que originalmente era una película pensada para Steve Martin cuando el guion aún iba de un agente inmobiliario que mentía sobre las casas que vendía a sus clientes, pero el mismísimo Judd Apatow (antes de su despegue en Hollywood) lo maquilló para que fuera la cinta que conocemos ahora. Para que nos hagamos una idea del poder que tenía Carrey en la industria, en la productora contrataron a quien él quiso como director (Tom Shadyac) porque ya había colaborado con él antes.
El primer sitio en el que lo hicieron fue el programa de sketches In Living Color, donde Carrey era el único actor blanco del reparto y donde hacía de un personaje que pasó a formar parte inmediata de la cultura popular estadounidense: Fire Marshall Bill, que apareció en once sketches desde 1990 hasta 1994. Bien: pues este personaje, que siempre se hería tratando de mostrar las maneras de hacer las cosas de forma segura, aparece en Mentiroso Compulsivo de fondo en el aeropuerto. Carrey haciendo un cameo en su propia película. Increíble.
O quizá no tanto, porque en realidad es un guiño a Marlon Wayans, que hizo un cameo con uno de sus personajes de In Living Color en su propia película Más pelas. Carrey, por cierto, no lo tuvo fácil al rodar Mentiroso compulsivo por las tomas falsas de gente riéndose con sus improvisaciones y sus gestos: el actor afirma que unos 300.000 metros de celuloide se echaron a perder y son una toma falsa infinita. ¿Podemos verlos, por favor?