Normalmente, los presidentes de los Estados Unidos, después de estar en el cargo, se dedican a dar conferencias, asesorar en asuntos de estado y, básicamente, cobrar mucho por no hacer tanto. Pero Barack Obama siempre ha sido un presidente distinto: a él lo que le apetecía era hacer películas junto a su mujer Michelle. En 2018, su productora Higher Ground Productions firmó un acuerdo con Netflix del que han nacido documentales ganadores del Óscar como American Factory y películas de ficción como Rustin. Y ahora, su nueva producción, Dejar el mundo atrás, ha sido otro bombazo de categoría.
Julia y los murales
Habíamos perdido un poco de vista a Julia Roberts desde Homecoming, pero eso no significa que haya dejado de estar ahí: en los últimos dos años ha participado en Viaje al paraíso y la serie Gaslit antes de entregarse de nuevo a los brazos de Sam Esmail, que pensó que Dejar el mundo atrás era una especie de secuela perfecta de Mr. Robot, la serie que duró cuatro temporadas y finalizó de una manera más que satisfactoria.
La película de Netflix transcurre en ese mundo y, desde luego, no decepciona con algunos de recursos que usa Esmail para contar cómo se encuentran los personajes. Por ejemplo, la pintura de la pared, que va cambiando a lo largo de la película para simbolizar que el desorden y el caos mundial van en aumento. Sin embargo, el mural del dormitorio representa el peligro que les acecha y lo sobrepasados que están por todo lo que les ocurre.
Curiosamente, para incrementar esta sensación, toda la banda sonora de Dejar el mundo atrás, creada por Mac Quayle, consta tan solo de nueve notas. El compositor ya hizo en su día Mr. Robot y llevaba diez años alejado del cine, pero por Esmail lo que sea. Incluso cambiar los murales de una habitación si hace falta.