Puede que ahora se nos caiga la baba al ver lo que los efectos visuales y el CGI han avanzado en muy poco tiempo, pero, en 1994, el color azul y el croma eran capaces de hacer auténticas virguerías. Y para ejemplo perfecto, Forrest Gump, que consiguió hacernos creer que Tom Hanks interactuaba con John F. Kennedy y Gary Sinise perdía una pierna… cuando lo que realmente hicieron fue tan simple como ponerle tela azul enrollándosela. Sencillo, sí, pero efectivo. Tanto, que los efectos visuales fueron uno de los seis Óscar que se llevaron a casa.
Tonto es el que dice tonterías
Algo muy curioso de esa noche, y que apenas se cuenta hoy en día, fue que de los seis discursos que se dieron, ninguno nombró al autor original de la novela, Winston Groom. Fue el último agravio de una lista de varios momentos dignos de llevarse las manos a la cabeza. Por ejemplo, no se le entregó el 3% de los beneficios netos que tenía por contrato porque le dijeron que la película había perdido dinero (recaudó 623 millones más de lo que costó)... mientras Tom Hanks y Robert Zemeckis cobraron 40 millones cada uno. Por lo que sea, a Groom no le sentó muy bien.
Al menos tuvo el consuelo de poder ver su novela, adaptada muy libremente, llevada a la pantalla. Y seguro que con la emoción, no se dio cuenta de un gazapo que ha pasado volando a lo largo de treinta años: cuando Forrest conoce al presidente Kennedy, el equipo de efectos especiales tuvo que utilizar dos piezas distintas de metraje para que quedara aparente. El resultado es… que cambia de color de chaqueta en la misma escena. Ups.
A Groom le quedó un consuelo después de tanto desasosiego hollywoodiense: el año después de la película lanzó una secuela, Gump and Co, que fue un éxito de ventas pero nunca fue llevada a cine por un motivo de lo más curioso: el guion se entregó el 10 de septiembre de 2001… y a partir del día después, de pronto, a nadie le importaba ya Forrest Gump 2 porque la historia estaba pasando delante de nuestros propios ojos..