A inicios de los años 90, en Summerville, un pequeño pueblo de Carolina del Sur de unas 50.000 personas, un pequeño niño de descendencia egipcia montaba festivales de cine en su casa los fines de semana. Pero no de cualquier cosa, sino de cineastas como Stanley Kubrick. Obviamente no lo pasó bien entre el racismo y la incomprensión social, pero, finalmente, Sam Esmail consiguió hacerse notar en el mundo gracias una serie que supuso una sensación en el circuito indie: Mr. Robot.
Dejar una serie atrás
Originalmente, Mr. Robot era una película. No solo eso: se trataba de una secuela de Comet, su primera obra, que fue un pequeño éxito en el circuito de festivales. Al final, la serie emitida en USA Network abrió su propio camino. Ahora, Dejar el mundo atrás, su siguiente película, estrenada cuatro años después del final, ha sorprendido al demostrarse que es una secuela de Mr. Robot... pero sin que nadie lo afirme nunca abiertamente.
La película de Netflix, protagonizada por Julia Roberts y Mahershala Ali, no esconde de dónde viene. Por ejemplo, hay un momento en el que podemos ver la parte de atrás de la furgoneta de Kevin Bacon, donde se esconden los kits de emergencia amarillos e inconfundibles de la serie, pero no es el único guiño: también hay un momento en el que podemos ver un portátil con el logo de E-Corp en la cocina y, en una mesilla de noche, el libro de Irving Beach Towel, a novel.
¿Quieres más y las declaraciones de Esmail diciendo que, efectivamente, transcurre cuatro o cinco años después no te parecen suficientes? Perfecto: quizá entonces te convenza el diálogo en el que hablan de la máquina de Whiterose. Bueno, no exactamente, sino de una planta energética de Nueva Jersey que "casi se funde". Eso sí, el ambiente en el que sucede la película contradice en cierta manera el final de la serie, a no ser que tomemos el último plano como algo literal. Tú decides.