En noviembre de 2019, Gareth Edwards estaba convencido de que iba a poder hacer en los meses siguientes un proyecto de ciencia-ficción que había sido su sueño durante años: una película llamada The Creator en la que, harto de la deriva de las películas de género más modernas, quería ir más hacia la realidad, que fuera tangible y rodado en lugares reales en lugar de en sets de rodaje. Y entonces llegó la pandemia. Y, para sorpresa de todos, fue positivo para el proyecto porque pudo cuadrar el círculo y bajar en más de 200 millones el presupuesto.
Te lo rogué, One
La última película de Edwards antes de The Creator formaba parte de una macro-franquicia: Rogue One, el spin-off de Star Wars del que nació la serie Andor. Y tras probar con un presupuesto alto (280 millones, según se rumorea), en su siguiente cinta decidió bajar a tan solo 80. Ciencia-ficción barata que no luciera como tal: el director pretendía conseguir algo especial visualmente, sentirse real dentro del género. Y eso, claro, sin hacer de menos al resto del mismo.
Quizá por ello hay un guiño más que claro a su Rogue One: en las salidas hacia la Luna de una pantalla, podemos ver que se muestra información del territorio Scarif, donde se desarrollaba aquella entrega de la saga galáctica... Y que después no ha tenido mucho recorrido en la saga más allá de videojuegos y spin-offs. Quizá en el futuro, quién sabe.
The Creator, por cierto, al final resultó ser un pequeño fracaso que apenas recaudó 104 millones de dólares en todo el mundo, pero abrió las puertas a otro tipo de cine de género diferente al del CGI, los sets de rodaje y los efectos visuales constantes. Para ahorrar, Edwards grabó en 80 lugares alrededor del mundo y, al terminar la edición, introdujo por capas los efectos en las imágenes, ahorrándose, según calcula, 220 millones. Visto así, la debacle podría haber sido mucho mayor, ¿no?