Desde 1955 hasta 1991, Patricia Highsmith exploró las vicisitudes de Tom Ripley, un criminal y asesino en serie que, durante cinco novelas, se sale con la suya continuamente. Era un personaje lo suficientemente atractivo como para que el cine le hincara el diente. Y sí, estás pensando en El talento de Mr. Ripley -cómo no-, pero antes de esta hubo otras dos versiones anteriores: A pleno sol y El amigo americano. Aún hubo otras dos después de la protagonizada por Matt Damon, El juego de Ripley y Ripley Under Ground. Curiosamente, ninguna de las cinco forma parte de una saga en sí misma. Y no sería por falta de éxito.
El talento de Mr. Damon
Anthony Minghella fichó a Matt Damon después de verle en El indomable Will Hunting, a pesar de que el estudio le pedía que la protagonizara Leonardo DiCaprio. Acertó: la película fue un éxito de taquilla y se llevó cinco nominaciones al Óscar (entre otras, para Jude Law) demostrando que los thrillers en los 90 no necesitaban ser caros para ser exitosos. Y además, con una sutileza casi absurda en los detalles.
Por ejemplo, al empezar la película, podemos ver a Ripley comprando un busto del emperador Adriano. Hasta aquí nada raro, ¿verdad? Pues un poco sí: Adriano se obsesionó con Antinoo, un esclavo sexual griego... que murió en circunstancias misteriosas mientras estaba navegando con él. La teoría más poderosa es que fue asesinado por el Emperador en uno de sus ataques de rabia. Y si has visto la película, seguro que recuerdas cierto viaje en barco entre Tom y Dickie, ¿verdad?
Es curioso que para la película tanto Damon como Law aprendieran a tocar sendos instrumentos: el protagonista el piano y el secundario el saxofón. Además, el primero perdió 13 kilos y el segundo ganó algo de peso para poder interpretar a su personaje. El resultado fue un thriller sensual, misterioso y único. Literalmente, de los que ya no se hacen- Y es una pena.