Hace 14 años pasó bastante desapercibida, pero una película española se ha apoderado del Top 1 de Netflix en España nada más llegar al catálogo de la plataforma de 'streaming' a principios del mes de febrero: se llama El mal ajeno, llegó a las salas de cine españolas en marzo de 2010 y no es un largometraje demasiado popular, pero está protagonizado por dos populares intérpretes: Eduardo Noriega y Belén Rueda, a quienes acompaña una jovencísima Clara Lago.
Dirigida por Óskar Santos bajo la producción de Alejandro Amenábar (Los Otros, Ágora, Tésis), El mal ajeno tiene más de una década, pero su llegada al servicio de 'streaming' el pasado 1 de febrero le ha permitido vivir un éxito inesperado con el que seguro nadie contaba.
La película es actualmente la más vista en España, justo por delante de las también recién llegadas películas de Gru, mi villano favorito y su 'spin-off' Los Minions y también de La Sociedad de la Nieve, que ya lleva seis semanas en el el top 10 de la plataforma y este fin de semana podría convertirse en la flamante triunfadora de los Premios Goya 2024.
La película se trata de un sombrío thriller de fantasía que nos presenta a Diego (Noriega), un médico que está completamente inmunizado ante las tragedias ajenas, acostumbrado a trabajar en situaciones límite y a atestiguar el dolor de los demás. Al mismo tiempo, en lo personal se ha convertido en una persona apática, completamente desconectado de su trabajo, de su pareja y también de su propia hija.
Alejandro Amenábar: "Jamás haría un 'remake' de mis películas. Me parece un trabajo mortal volver a contar tu historia"En un encuentro tan inesperado como perturbador con el familiar de una paciente que le responsabiliza de un intento de suicidio, Diego se ve encañonado por un arma. A partir de ese momento, lo único que puede recordar es un disparo.
Con una duración de 1 hora y 47 minutos, El mal ajeno cumple en su misión de entretenida y consigue atraparte hasta el final, pero en su día no fue objeto de muy buenas críticas. "Lo cierto es que el director pone en imágenes una trama lastrada desde el principio por una necesidad abarcadora, tendente al enfásis, y de soluciones irremediablemente forzadas", escribió entonces la crítica de cine Beatriz Martínez para Cahiers Du Cinema. "Termina además cayendo en la tentación de elaborar un discurso sobre cuestiones demasiado graves y comprometidas como para tomárselas a la ligera y que terminan jugando una baza de presión, de chantaje emocional en el espectador".