A inicios de los 80, Marvel se moría de ganas de llevar a sus personajes a la gran pantalla. Eso sí, esta vez bien, sin cutreces de ningún tipo. Superman había triunfado y Orion Pictures estaba apostando fuerte por Spiderman. Tanto, que incluso contrató a Roger Corman como director y a Stan Lee como guionista de una historia en la que el Hombre Araña se enfrentaría al Doctor Octopus y, ya de paso, intentaba parar una guerra nuclear con Rusia. Sin embargo, Superman III fracasó, el cine de superhéroes dejó de pasar por su momento de gloria (ay, si ellos supieran) y los presupuestos del guion y la dirección no cuadraban. ¿El resultado? Se fue a una balda para siempre.
¡Sálvanos, Spider-bro!
Sin embargo, veinte años después, Sam Raimi había conseguido, tras muchísimas -¡muchísimas!- intentonas fallidas llevar al héroe al cine con Spider-man. La película fue un éxito de crítica y público y Raimi se puso inmediatamente con la secuela. ¿Y a quién trajo de vuelta de aquel guion de Stan Lee? Por supuesto, al Doctor Octopus. Alfred Molina, de hecho, se presentó al casting sin preparárselo demasiado, convencido de que jamás se lo darían. El resto, como vimos en Spiderman: No Way Home, es historia.
Spider-man 2, entre otros logros audiovisuales, tiene un momento que permanecerá en las retinas de los aficionados (y que, sinceramente, siempre pone los pelos de punta): el momento en el que Peter consigue parar el tren con sus telarañas y se desenmascara delante de la gente normal de Nueva York, que promete guardar el secreto. Bien, pues los dos niños que le devuelven su máscara son, realmente... ¡los hermanastros de Tobey Maguire!
Ninguno de los dos, por cierto, ha entrado mucho más allá en la industria del cine. Jopaul (sí, Jopaul) Van Epp ha hecho algún trabajillo como asistente de producción, pero Weston Epp vive su vida fuera de las cámaras. Por su parte, Tobey Maguire siempre está metido en rumores sobre si volverá a recoger el manto del Hombre Araña... Y, a estas alturas multiversales, solo parece cuestión de tiempo.