Hay un gesto en Dune 2 que es toda una declaración de intenciones. Ocurre al final de la película y ni los que han leído la novela de Frank Herbert lo anticipan. Es una reacción que parece sencilla -un personaje se da la vuelta y se marcha de una habitación-, pero que está llena de grandeza. Tiene fuerza. Mucha. A nivel narrativo es poderosa. También es una demostración de la clase de cineasta que está detrás de esa decisión.
Dune 2 es una película increíble por muchas razones, pero todas confluyen en un mismo punto: un director, Denis Villeneuve, que no tiene miedo a estudiar y analizar el material original -el libro de Frank Herbert publicado en 1965- para desviarse de él cuando lo cree necesario. Autor -en su mayor expresión- que actualiza a autor.
"Batallas del nivel de maestría de 'El Señor de los Anillos": Las primeras reacciones de 'Dune 2' la confirman como la película del añoEl gesto de antes es solo un ejemplo del proceso del cineasta. Es darse cuenta de que hay cosas de la novela que en nuestra época ya no funcionan y hay que ir por otro camino. Es Villeneuve diciéndole a ese personaje: "eres importante y voy a hacértelo saber. A ti y al espectador". Esto, el director, se lo aplica a todo: a la parte interpretativa, a la visual, al desarrollo de personajes, al sonido y a la narración. Cada elemento cuenta. Cada elemento es importante. Las decisiones en Dune 2 están meditadas y son acertadas. Así todo se engrandece. Todo es armonía. Todo es coherente. Todo está justo en el lugar en el que debe estar.
UN DIÁLOGO ENTRE PASADO Y PRESENTE
Villeneuve continúa la historia de Paul Atreides (Timothée Chalamet) en la gran pantalla con una película que, haciendo lo más difícil, supera a su predecesora. Si Dune era la colocación de todas las piezas y los primeros movimientos de la partida, Dune 2 es la jugada maestra.
La secuela comienza donde terminó la primera entrega: con el protagonista y su madre Lady Jessica (Rebecca Ferguson) uniéndose a los Fremen después de haber sido traicionados. Los Harkonnen gobiernan Arrakis -único planeta en el que se encuentra la preciada especia melange, presente en sus arenas- y todos dan por hecho que la casa Atreides ha desaparecido.
Invisible para el emperador (Christopher Walken), su hija, la inteligente y misteriosa princesa Irulan (Florence Pugh), y los Harkonnen, con el añadido del sádico y violento Feyd-Rautha (Austin Butler), Paul va integrándose entre los nativos. Aprende sus costumbres y las ejecuta. Vive como ellos. Su presencia es, para algunos, la confirmación del mesías del que hablan las profecías: aquel que liberará a su pueblo de la opresión y les devolverá Dune.
Dune y Dune 2 hablan de colonialismo, de poder, de corrupción y de religión. La historia creada por Herbert conversa con el pasado, pero también con el presente y es imposible ver la secuela sin que el conflicto palestino-israelí asome en la cabeza del espectador.
Es interesante cómo Villeneuve, también en ese diálogo entre dos tiempos y acercando la historia a nuestra época, profundiza en lo religioso con el choque entre los Fremen. La idea del mesías que los liberará está muy arraigada entre los adultos del sur de Arrakis. Entre los jóvenes del norte, no obstante, la creencia de ese fin es terrenal: es el propio pueblo el que se liberará a sí mismo. Stilgar (Javier Bardem) es el máximo representante de los primeros. Chani (Zendaya en una de sus mejores interpretaciones), la misteriosa mujer de los sueños de Paul, forma parte de los segundos, y eso afecta y contradice su romance.
Chani es uno de los personajes con el que Villeneuve más se desvía de la obra original. Lo que hace con ella es radical y arriesgado porque la aparta del destino que Herbert le dio sobre el papel. La decisión funciona y, si has leído el libro, es emocionante atisbar lo que el director le tiene preparado en el futuro. Ahí reside también gran parte de la epicidad de la película. Esto no va solo de hacer que la secuencia en la que Paul cabalga un gusano de arena sea emocionante y bella o que las batallas sean gloriosas y gigantescas. Dune 2 es épica por todo eso, sí, pero lo es todavía más por su profundo sentimiento poético en el que todo está dispuesto para dar la mejor versión de la película.
ENGRANDECER EL 'BLOCKBUSTER'
Siguiendo con ese diálogo entre presente y pasado, pero desde el lado de la persona que se sienta en la butaca, Dune 2 es una de esas experiencias cinematográficas que ocurren rara vez en una sala de cine. Es un evento que no va a volver a repetirse, pero que tendrá ecos en el futuro. La secuela de Villeneuve es una resonancia de lo que fue vivir El Señor de los Anillos de Peter Jackson en una sala de cine. Algo tienen en común ambas sagas: trasladar a la gran pantalla un mundo inmenso con detalle, cuidando el producto original y confiando en que los cambios, bien hechos, son parte del proceso.
Dune 2 es una experiencia asombrosa como espectadora: te sientes apreciada y plenamente satisfecha. En ese acto de sumisión que es sentarse delante de una pantalla gigantesca que va a escupirte imágenes a la cara, sientes respeto. Eres capaz de reconocer que estás ante un 'blockbuster', pero uno que no rezuma desinterés y soluciones fáciles en pos de los billetes. Por supuesto, no nacimos ayer, este filme es un proyecto en el que se ha invertido mucho dinero para que un estudio reciba mucho dinero a cambio. La diferencia con otras superproducciones es que, con esta, lo que prevalece sobre todos los egos y las cosas es la película. Cuando una ve Dune 2 sabe, con total certeza, que está ante una obra maestra de la ciencia ficción.
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