George Lucas nunca ha ocultado que Una nueva esperanza, el episodio IV de su franquicia más popular, nació como una especie de remake encubierto de La fortaleza escondida, la obra maestra de Akira Kurosawa. De hecho, el mismísimo Obi-Wan Kenobi es una especie de calco de Makabe Rokurōta, que en aquella era interpretado por Toshiro Mifune. Solo que en este caso Lucas se lo imaginó como "una extraña y bizarra rata del desierto". Bueno, todo sea dicho: también cogió algo del primer encuentro de Gandalf con Bilbo en El Hobbit. La cosa es que la mezcolanza de ideas quedara como algo original. Y vaya que si lo consiguió.
A bailar el Obi-Wan, two, three
Lo más curioso es que parte de la mitología que acompaña al personaje interpretado -en un principio- por Alec Guinness es que muere a manos de su alumno, Darth Vader. Sin embargo, la idea de Lucas, desde el primer momento, era que sobreviviera a la batalla. Fue su mujer, Marcia, la que le indicó lo contrario: solo de esa manera podría tener significado real y sirviera como tutor de Luke en las siguientes secuelas, de haberlas. Como todos sabemos ahora, fue la mejor idea posible.
Al mismo tiempo que Star Wars demostró ser una franquicia de éxito, Lucas ya preparaba su siguiente golpe al blockbuster de Hollywood: la trilogía Indiana Jones, cuya segunda parte, Indiana Jones y el templo maldito, esconde un pequeño guiño, precisamente, a la saga galáctica: si te fijas en el minuto 10:39, el nombre del club nocturno donde van los protagonistas se llama... Efectivamente, Obiwan.
Por cierto, Guinness consiguió la penúltima nominación al Óscar de su carrera por su papel en Una nueva esperanza, y estaba dispuesto a continuar apareciendo como fantasma para ser mentor de Luke, tal y como propuso Marcia Lucas, pero su salud se estaba deteriorando y no estaba preparado para un rodaje tan exigente, así que fue sustituido, ahora, sí, por "una extraña y bizarra rata del desierto". Exacto: Yoda. Todo encaja.