"Cuenta Mauricio Bach en su magnífico libro Historia del cine de culto que en 1970 se proyectó al mismo tiempo y en dos salas tremendamente diferentes la película La noche de los muertos vivientes de George A Romero. Una de las proyecciones era nada más y nada menos que en el MOMA, que contaba con la presencia de su director, y la otra era nada menos y nada más que en una sala Greenhouse de la calle 42. Diréis '¿Qué es una sala Greenhouse?'. Pues eran salas marginales que en los 70 se dedicaban a exhibir cine de explotación -ya sabéis películas porno, ultraviolentas, bizarras, horror bestial, artes marciales, 'black explotation', 'rape and revenge', alguna de Pasolini y toda esa mandanga tan divertida".
Así da comienzo Alejandro G. Calvo a su nueva retro-crítica, las revisiones de películas ya conocidas por todos que sirven para poner en valor el contexto en que se estrenaron y por qué siguen siendo consideradas joyas de la gran pantalla. Es uno de los formatos que mejor funciona en el canal y ahora vuelve de manera más corta, pero igualmente cargada de contenido.
La primera cinta que revisiona G. Calvo en esta formato intenso es, como habrás podido imaginar, La noche de los muertos vivientes, estrenada por George A. Romero en 1968.
La película llegó a los cines para alterar profundamente a los espectadores. No había sucedido nada igual desde Psicosis, de Alfred Hitchcock, en 1960. "La noche de los muertos vivientes rechaza formalmente un lenguaje cinematográfico al uso para adentrarse en un cine directo, duro que puede recordar al cine documental. Mucha cámara en mano, mucho movimiento brusco, cierta suciedad en la imagen... El resultado directo es un ataque frontal a la comodidad del espectador", repasa el crítico y director de SensaCine.
La apuesta arriesgada de Romero encaja en una época en la que la sociedad se estaba despidiendo del optimismo y esperanza del movimiento hippie para entrar de lleno en la crudeza de la guerra y la violencia.
"Cuando a los críticos nos toca analizar el cine norteamericano de los 70 siempre cogemos como punto de partida las tres mismas películas: Bonnie & Clyde (1967), Easy Rider (1969) y Grupo Salvaje (1968). Son tres perfectos ejemplos del fin brutal del sueño norteamericano. Representaban un horror real que se estaba implantando en Norteamérica a través, tanto de la Guerra de Vietnam como de los asesinatos de John F. Kennedy o Martin Luther King", repasa G. Calvo.
En lugar de hacer cine social o pegado a la realidad, el cineasta prefirió plasmar ese cambio a través de las bestias terribles que son los zombis. "Hacía trastabillar la frágil comodidad en la que se hallaba la sociedad norteamericana en los años 50 y que también encontraría su eco en el horror brutal de La noche de los muertos vivientes, donde, como bien dice su título, los muertos cobraban vida para tratar de devorar a los vivos en una película en la que un grupo de hombres y mujeres se atrinchera en una casa en mitad de la nada y cuya resistencia resulta inane frente a la pesadilla que los acecha", analiza el crítico.
Tienes más información en la retro-crítica recién publicada en el canal de YouTube de SensaCine o en el vídeo que encontrarás sobre estas líneas.