Parece que se estrenó ayer, pero hace más de veinte años desde que viéramos por primera vez Buscando a Nemo en cines. De hecho, es tan solo su quinta película, en aquellos momentos donde el estudio no fallaba nunca. Por haceros una idea, salió entre Monstruos S.A y Los increíbles. Tú dirás. La película tardó en hacerse seis años, desde que Andrew Stanton empezara a escribir la película durante la post-producción de Bichos. Y, por cierto, por una vez, los animadores se divirtieron de lo lindo mientras la hacían.
Buscando a Gill
Y es que, antes de empezar con los dibujos y la animación, los artistas tomaron clases de buceo para poder representar el fondo del mar y los arrecifes de corales adecuadamente, además de recibir clases de biología marina. Y de todo lo que aprendieron, Stanton se quedó, sobre todo, con un detalle: el del pez ídolo moro (Zanclus cornutus), que, precisamente, no puede estar en cautividad porque tiene necesidades específicas que, de no darse, pueden acabar en episodios de estrés e incluso la muerte prematura.
¿Ya sabes de quién hablamos? Exacto, de Gill, el líder de la pecera del dentista en la que Nemo acaba y que siempre está planeando distintas maneras de escapar de allí. El motivo es obvio: al ser un pez líder no puede quedarse tanto tiempo en cautividad y solo puede pensar en salir y volver a liderar a su equipo. Un detalle solo para los fans de la biología marina que le da una nueva capa a la cinta.
Pero Gill estuvo a punto de tener una escena dramática que habría sido determinante para el personaje. En un momento dado, el pez iba a tratar de impresionar a Nemo hablándole del lugar del que viene (Bad Luck Bay) y de su amplia familia. Pero, al final, el protagonista acabaría dándose cuenta de que Gill había sacado toda su historia de un cuento infantil para los niños pacientes de la clínica. Sabiamente, Stanton decidió que Buscando a Nemo ya tenía suficiente drama. Por el bien de nuestros lacrimales, gracias.