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    Era uno de los directores más maniáticos, pero no pudo evitar que este niño se saliera del papel
    Randy Meeks
    Randy Meeks
    -Redactor de cine y series
    Juntaletras acomodado, redactor con gato eterno en las piernas, tuitero irredento, millennial orgulloso a su pesar. Respira cine, cree que no hay película mejor que 'El crepúsculo de los dioses' pero en su colección de Blu-Ray no falta 'Super Mario Bros'. La de los 90.

    Alfred Hitchcock no pudo evitar el gazapo definitivo

    No cabe duda de que Con la muerte en los talones es una obra maestra, pero todo empezó de una broma de Alfred Hitchcock, que más de una vez le contaba a los periodistas que quería hacer una película titulada El hombre en la nariz de Lincoln, protagonizada por Cary Grant, en la que este se escondía en el monte Rushmore, dentro de, precisamente, la nariz de Lincoln, pero le pillaban al estornudar. Lo más curioso es que de broma no tenía nada, y en un momento dado esperó al guionista adecuado para desarrollarla... Hasta que, por fin, gracias a un proyecto que no llegó a nada, conoció a Ernest Lehman.

    Con la muerte en los talones
    Con la muerte en los talones
    Fecha de estreno 28 de diciembre de 1959 | 2h 16min
    Dirigida por Alfred Hitchcock
    Con Cary Grant, Eva Marie Saint, James Mason
    Medios
    4,3
    Usuarios
    4,3

    Corre, que te pillo

    Hitchcock estaba obsesionado con la idea de que los villanos trataran de matar al héroe utilizando un tornado, algo que el guionista nunca terminó de entender, por motivos obvios. La misma tarde que propuso la idea, y tras hablar bastante sobre el tema, el tornado acabó convirtiéndose en un avión. Y el resto de la escena ya os la sabéis.

    Ese es, sin duda, el momento más épico de Con la muerte en los talones, pero hay otro que ha pasado a la historia del cine por algo que vemos de fondo. Se trata de un niño que trabajaba como extra y que, en medio de la confrontación, aparece tapándose los oídos segundos antes de que se dispare un solo arma. El motivo era que el plano se había repetido un buen número de veces y estaba notablemente harto del sonido, así que decidió tomar medidas.

    No en vano se le atribuye a Hitchcock la frase "No trabajes con niños, ni con animales, ni con Charles Laughton". Este es posiblemente el único error visible de una película perfecta y ni mucho menos la empobrece. Todo lo contrario: solo demuestra que, además de ser un entretenedor nato, Hitchcock era, después de todo, humano.

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