"Odié esta película. Odié, odié, odié, odié, odié esta película. La odié. Odié cada momento sonriente y estúpido que insultaba al público. Odié la sensibilidad de quien pensó que a cualquiera podía gustarle. Odié el insulto al público implícito en su creencia de que cualquiera podría entretenerse con ella". Esta es quizá la crítica más feroz jamás escrita, del maestro Roger Ebert sobre la película Un muchacho llamado Norte. A que no adivinas sobre qué película te voy a hablar hoy.
Un muchacho perdiendo el Norte
Para que os hagáis una idea del odio que se le tiene a esta película, basta con un ejemplo: el hijo de Alan Zweibel, el guionista, compartía escuela con el hijo de Michael Ovitz, un agente de Hollywood. En un momento dado, ambos se enfadaron y el hijo de Ovitz, como insulto, le gritó "¡Tu padre escribió Un muchacho llamado Norte!". El otro le respondió "¡Al menos a la gente le cae bien mi padre!".
Un muchacho llamado Norte ha pasado a la historia como la película en la que Bruce Willis aparece vestido de conejo rosa. Y, todo sea dicho, la odió desde el primer minuto que leyó el guion, pero Demi Moore insistió, después de su fabulosa experiencia con Rob Reiner en Algunos hombres buenos. Fue un absoluto fracaso del que, al menos, nos llevamos algo bueno: una de las actrices infantiles, con solo 9 años, que sale en un par de escenas junto a Elijah Wood, no es otra que... ¡Scarlett Johansson! Este fue su primer papel delante de una cámara y, por lo que sabemos, no le ha ido nada mal a posteriori.
No son pocos los que se preguntan cómo es posible que Un muchacho llamado Norte llegara a estrenarse, y la respuesta es que... estuvo a punto de no hacerlo. Y es que los resultados de las proyecciones con público de prueba fueron tan rematadamente malas que los ejecutivos estuvieron a punto de relegarla al VHS o, aún peor, convertirla en una película directa para televisión. Fue Reiner el que insistió en que debía proyectarse en un cine. Definitivamente, no dio en el clavo.