El inicio de los años 80 fue el mejor momento de la historia del cine para el terror slasher hecho con cuatro duros. El éxito de La noche de Halloween, Viernes 13 y Prom Night animó a los productores a buscar nuevas maneras de atraer a los adolescentes al cine con un cine de psicópatas, cuchillos y muchísima sangre. Solo en este contexto se puede entender la existencia de una película como San Valentín Sangriento, una cinta canadiense absolutamente deliciosa para los amantes de la hemoglobina.
Flores y cuchilladas
Aunque la película solo costó 2,6 millones de dólares y dio al estudio más de 3 millones de beneficio, en Paramount lo consideraron una decepción porque esperaban el mismo éxito de Viernes 13. Es posible que tenga que ver con la censura que sufrió: para que no fuera considerada X, los productores tuvieron que cortar cada escena de muerte, e incluso así les costó darles una calificación edades R. A día de hoy aún no hemos visto una versión sin cortes, a pesar de que este material existe.
Aún así, la película es mucho más que un devenir de asesinatos sin sentido y tiene un par de escenas abrumadoramente divertidas y bien llevadas. Por ejemplo, la muerte de Sylvia tiene una unión con el beso que le da su pareja, que la coge de la misma manera que después hará el asesino. Eros y thanatos, de toda la vida. Pudiendo ser un slasher normal y corriente, se agradece que George Mihalka, el director, tomara ciertos riesgos estilísticos.
San Valentín sangriento nunca tuvo una secuela, pero sí dejó su huella en la cultura pop. Curiosamente, el grupo de música My Bloody Valentine no conocía la película, a pesar de que salió solo dos años antes de su fundación. Finalmente, en 2009, la cinta tuvo un remake en 3D (eran las cosas de la época) que tampoco acabó llegando a nada. Con la de basura que hemos tenido que ver en el terror a lo largo de los años, ¿qué hubiera costado hacer una magnífica segunda parte?