En 1939 Heinrich Harrer, un gran alpinista austriaco de la época, dejó a su familia para participar en una expedición al Himalaya y, cuando estalló la guerra, tanto él como sus compañeros fueron hechos prisioneros por las tropas inglesas. Prisionero durante años, el montañista logró escapar en 1944 y llegar hasta Lhasa, la capital de la Región Autónoma del Tibet y lugar de residencia del entonces joven Dalai Lama. Allí, el aventurero perdido desesperado y el niño solitario hicieron amigos, antes de la invasión del Ejército Popular de Liberación chino en 1950.
Es la historia que relata la famosa película de 1997 Siete años en el Tibet, un filme dirigido por Jean-Jacques Annaud y protagonizado por Brad Pitt en base al libro autobiográfico escrito por Harrer sobre su experiencia el el Tibet desde el final de la Guerra Mundial hasta la entrada del Ejército. En ella, el ganador del Oscar por Érase una vez... en Hollywood interpretaba al propio Heinrich Harrer, compartiendo protagonismo con David Thewlis y B.D. Wong, entre otros.
Siete años en el Tibet está disponible en el catálogo de Netflix.
Durante el rodaje, que se prolongó durante varios meses, Brad Pitt vivió una experiencia memorable, como él mismo no dudaría en asegurar. Un rodaje considerablemente especial que le permitió vivir varios meses en una cultura diferente: "Para la audiencia son dos horas, pero para mí es medio año de vida. Y en esta en particular, al estar en una cultura diferente durante tanto tiempo, no podías evitar salir de allí con algo [especial]", contaría Pitt a Interview Magazine.
Aquella experiencia memorable tuvo un precio: Brad Pitt estuvo 17 años sin poder entrar en China.
En absoluto ajenos a la censura y especialmente en la industria cinematográfica, en 1997, las oficinas de censura de Pekín pusieron dos películas en su punto de mira: por un lado Kundun, la película de Martin Scorsese, pero también Siete años en el Tíbet.
La cuestión del Tíbet, línea roja de las autoridades de Pekín
Como ocurre con cualquier cosa remotamente relacionada con el Tíbet, ambas películas fueron prohibidas porque retrataban a China de manera negativa en relación a la invasión del Tíbet en 1950-1951. El Dalai Lama es considerado por las autoridades de Pekín como un líder separatista y una amenaza para el control chino de esta región del Himalaya.
Disney, que había producido y distribuido Kundun, ignoró las advertencias de las autoridades chinas durante la producción de la película. A cambio, la empresa sufrió una medida de represalia temporal: todas las películas del catálogo de la firma fueron prohibidas. Esta prohibición se levantó dos años después, para el estreno del largometraje animado Mulan.
En cuanto a Brad Pitt y Jean-Jacques Annaud, Columbia Tristar Films, que distribuyó la película, no solo se unió a Disney y su subsidiaria Touchstone en el banco de prohibiciones temporales de sus películas, sino que al actor se le prohibió ingresar a territorio chino durante 17 años. Y lo mismo para Annaud.
La prohibición no se levantó hasta 2014, cuando el actor acompañó a su entonces esposa, Angelina Jolie, a Shanghái para promocionar Maléfica. Por su parte, Annaud pudo rodar su película El último lobo al año siguiente, en 2015, con un elenco chino y en los paisajes de Mongolia Interior.