Allá por 1992, alguien en Disney creyó que su siguiente proyecto tenía que ser algo simple, sencillito, sin mucha parafernalia: la adaptación animada de La Odisea, la épica poesía de Homero publicada a lo largo de 24 libros y que es considerada una obra maestra de la narrativa. Al final, la producción no pudo ir más allá pero fructificó en otra película sobre mitos de la antigüedad. Exacto: fue el nacimiento de Hércules, que en un principio se iba a desarrollar en la guerra de Troya y después fue modificándose hasta lo que conocemos ahora.
¡Querrás decir "múscules"!
Lo cierto es que Hércules no tenía muchas posibilidades de acabar llegando a la gran pantalla: cuando Ron Clements y John Musker, directores de La Sirenita, estaban buscando su siguiente proyecto, tuvieron que elegir entre cuatro posibles candidatas después de que rechazaran su El planeta del tesoro: Don Quijote, La vuelta al mundo en 80 días, La odisea o esta: enseguida le vieron posibilidades al mito de Hércules y empezaron a empaparse de mitología griega para poder llevarla a cabo.
Y de hecho hay referencias a lo largo y ancho de toda la película no solo al mito de Hércules, sino también a otros. Uno de los ejemplos más claros es el guiño a Jasón y los argonautas (que en su día fue una especie de crossover): cuando Hércules entra en la casa de Phil se pega un cabezazo contra una parte del mástil del Argo, el mítico barco de Jasón. Lo curioso es que en la historia original, así es como murió Jasón, después de recordar sus aventuras en busca del vellocino de oro: se le cayó encima, aplastándole el cráneo. Menos mal que Hércules tuvo mejor suerte.
La película fue tal éxito que enseguida empezó a planearse la secuela ambientada, esta vez sí, en la Guerra de Troya. Iba a ir directa a vídeo, ignorando los eventos que pasaban en la serie de televisión, pero John Lasseter decidió acabar con todos los subproductos. Aunque, quién sabe, con la moda de las secuelas tardías quizá no sea demasiado tarde para volver a ver a nuestro héroe y Megara haciendo de las suyas, ¿no?