A veces tengo la sensación de que a Chris Pratt su matrimonio con Anna Faris le beneficiaba en muchos sentidos, ya que la imagen que transmitía cuando estaba casado con la actriz era algo diferente a la que proyecta ahora, mucho más conservadora, o al menos de forma más patente, desde que decidió comenzar una relación la escritora Katherine Schwarzenegger.
Y es que a decir verdad, el muchacho no ha parado de meter la pata desde su separación de Faris. ¡Qué días aquellos en los que le dio la enhorabuena a su actual pareja por dar a luz a una hija sana! Y si te preguntas qué tiene de malo, la verdad es que per se nada, pero la cosa está en que el hijo que tiene en común con Anna Faris nació de forma prematura, estuvo en la incubadora, sufrió una hemorragia cerebral y tuvo que ser sometido a diferentes operaciones para tener una mejor calidad de vida. ¿Ahora el enfado generalizado cobra más sentido, verdad?
Por otra parte, en 2019 admitió en televisión que pertenece a la Iglesia Hillsong, que calificó en 2015 la homosexualidad como un pecado. Pratt se defendió entonces y alegó que pertenecer a la misma no lo definía ni a él ni a su vida. Igualmente, más de una vez por diferentes acciones, o por la falta de ellas, se le ha vinculado a políticos como Donald Trump e incluso a movimientos blancos supremacistas, sobre todo después de aparecer con una camiseta con la imagen de la bandera Gadsen, seguro que la has visto alguna vez, es esa amarilla con una serpiente enroscada y la frase "Don't tread on me" ("No me pisotees"). En efecto, la misma ante la que puede que hayas visto posando a Milei.
¿Y cuál ha sido la última polémica en la que se ha visto envuelto el intérprete junto a su actual esposa, hija del exgobernador de California, exculturista y actor Arnold Schwarzenegger? Pues que se han comprado una propiedad por 12,5 millones de euros en el barrio de Brentwood, en Los Ángeles, y a pesar de ser una casa histórica, han decidido demolirla sin tener en cuenta su valor arquitectónico.
El edificio era una casa modernista de 1950 que diseñó el afamado arquitecto autodidacta estadounidense de los años 50 y 60 Craig Ellwood de la mano con el paisajista Garrett Eckbo. La construcción, de una única planta, Casa Zimmerman, será sustituida por una mansión de dos alturas de 4500 metros cuadrados diseñada por el arquitecto experto en estilo rústico de alta gama Ken Ungar.
Ante tal situación, tanto la organización sin ánimo de lucro encargada de salvar y proteger edificios históricos de la ciudad californiana Los Angeles Conservancy, como una red de servicios y productos dirigida a personas que son dueñas de hogares de mediados del siglo XX en California, la Red Eichler, criticaron de forma abierta a través de sus canales en redes sociales la decisión de la pareja.
