En Skyfall, Daniel Craig ya le había pillado el puntillo a James Bond. Era su tercera película, después de todo, y tanto él como el director, Sam Mendes, estaban muy seguros de lo que querían hacer: un Bond diferente, adaptado a los nuevos tiempos, sin importarles la polémica que eso podría causar entre los más fanáticos del personaje. Y vaya que si lo hizo: se supone que celebraba el 50 aniversario de Doctor No y lo que celebró más bien fue la rabia de los seguidores más acérrimos del agente 007. Mereció la pena.
Caída en desgracia
El guion original de Skyfall era muy diferente al que vimos, y trataba de un Bond amnésico que dejaba embarazada a su amante en Turquía. Esta amante en cuestión sería una agente del MI6 encargada en hacer que volviera a Londres. Finalmente, acabaría en los Andes, persiguiendo a un villano similar a Scaramanga. Al final lo tiraron a la basura y se creó uno nuevo, que empezaba en Barcelona, donde un villano mataba a M dentro del Metro. Acabaron maquillándolo y salió la Skyfall que todos conocemos.
Y que, dicho sea de paso, estuvimos a punto de no conocer por culpa de Daniel Craig. Cuentan que el actor llegó al rodaje muy orgulloso de sus nuevos guantes de cuero, que se compró en un descanso del rodaje. Tanto, que incluso sugirió que Bond los usara en el casino de Macao, algo a lo que Mendes accedió... sin darse cuenta de que hay una escena en la que el agente debe desbloquear su arma utilizando la huella dactilar, algo muy difícil si tiene unos guantes puestos.
Como imaginaréis, el caos se apoderó de la post-producción cuando creyeron que no se podía arreglar y tendrían que volver a rodar toda la escena y gastarse millones. Al final pudieron arreglarlo sin demasiado problema, por suerte. Nadie quería una mala caída desde lo alto en, precisamente, Skyfall.