Cuando J. Michael Straczinsky adaptó Guerra Mundial Z a guion de cine, todo el que lo leyó estaba entusiasmado. Hubo incluso quien sugirió que esta era la manera de hacer que el cine de zombies acabara nominado a mejor película en los Óscar, una obra profunda y magnífica... que, cuando llegó la hora de la verdad, fue reescrito tantas veces que apenas quedaba nada del original. Pero ojalá ese fuera el mayor problema con esta película, que sufrió con unos productores que decidieron cambiar, de golpe y porrazo, todo el tercer acto.
Guerra Mundial Seta
En el tercer acto original, Brad Pitt luchaba en una guerra contra los zombies mientras era su esclavo en Rusia y acababa escapando hacia el Estrecho de Bering, prometiendo llegar a Estados Unidos para salvar a su mujer del personaje de Matthew Fox (que al final se quedó en unos pocos planos), que quería usarla como esclava sexual. Al público de prueba no le gustó, así que Damon Lindelof y Drew Goddard idearon otro tercer acto rápidamente, que volvió a rodarse por completo... y tampoco acabó de gustar al público.
Y eso que la película ya plantea en una escena la clave para acabar con todos los zombies: estar enfermo. Sí, como suena: cuando la familia corre dentro del edificio de apartamentos para irse fuera de las calles, perseguidos por una horda de no-muertos, hay un borracho sentado al que los muertos vivientes ni tocan. ¿El motivo? Probablemente tiene cirrosis u otra enfermedad, y prefieren no tocarle. La clave estaba ahí, después de todo.
Brad Pitt lleva desde hace una década luchando por una segunda parte de Guerra Mundial Z dirigida por David Fincher, pero, pese a que el director fue confirmado en 2017, el proyecto acabó siendo cancelado. ¿Volverá algún día? Quién sabe. Es posible que haga falta pensar un poco con el cereeeebro.