Una de las partes más icónicas del Dune de Denis Villeneuve son los ojos azules de los Fremen y, más concretamente, los de Zendaya. Lo curioso es que... todos ellos se introdujeron después, en la post-producción. Originalmente, el supervisor de efectos visuales, Paul Lambert, trató de hacer lentillas y efectos prácticos para la actriz hasta que se dio cuenta de que estaban en mitad del desierto. "¡Hay tormentas de arena, calor y polvo, será un desastre!", pensó. ¿El resultado? Menos clásico, pero igualmente impactante. Y en Dune 2, repitieron, claro está.
Las dunes del desierto
Es cierto que en la primera película Zendaya salía tan solo diez minutos (por los que cobró 300.000 dólares), pero era vital para que en la segunda tanto su personaje como su relación con Paul Atreides tuvieran sentido. Y vaya que si lo tuvieron: la película se ha convertido en un hito de 2024 y uno de los pocos éxitos de un año triste para la taquilla. Por supuesto, en parte es gracias al nivel autoral que muestra Villeneuve concibiendo la cinta como un espejo de la primera.
Tal cual: al inicio de Dune, vemos a Chani viendo a los extranjeros llegando a Arrakis tratando de encontrar la Especia, y en Dune 2 es todo lo contrario: ve cómo Paul se marcha del planeta para luchar contra las Grandes Casas y empezar la guerra. Y en ambas muestra preocupación: en la primera, por los cambios que sufrirá el planeta. En la segunda, por perder a su amado.
Desde el primer momento, Villeneuve dijo que concebía Dune como una trilogía y, por suerte, podrá tenerla, aunque ya ha avisado que puede que no sea su próximo proyecto y que quiere dejar respirar a Arrakis antes de llegar agobiado a terminar su obra magna. ¡Seguiremos esperando pacientemente al Lisan Al Gaib!