Otoño de 1941. Segunda Guerra Mundial. Base de La Rochelle. En vísperas de embarcarse en una misión de rutinaria en el Atlántico Norte, la tripulación de un submarino alemán está de celebración. Bailan y beben como si el mañana no existiera y, aunque ellos no lo sepan, para algunos de ellos será así. De 40.000 submarinistas alemanes, sólo 10.000 volverán a casa.
Aunque ya había habido películas de submarinos antes de El Submarino (1981), un subgénero del cine bélico muy popular entre los cinéfilos, aunque especialmente del lado de Hollywood, ninguno se ha acercado todavía a la obra maestra de Wolfgang Petersen, quien, hace ya más de 41 años, puso el listón por las nubes con la que sería también su mejor película.
Llena de secuencias tensas, la odisea de estos 42 submarinistas comandados por el formidable Jürgen Prochnow se vuelve aún más emocionante de la mano del brillante uso por parte del cineasta de la Steadycam, que se abre paso por cada uno de los rincones del submarino consiguiendo brindar al espectador la claustrofóbica sensación de estar completamente atrapado. Un resultado de realismo extremo al que sumó el hecho de la experiencia vivida por el reparto, que se entregó en cuerpo y alma durante los 170 días que duró el rodaje, mientras vivían "prisioneros" en un set de acero de 70 metros de largo, con calor extremo y gran humedad.
"¡No voy a hacer una película en mi barco con estos bastardos!"
La película era una adaptación de la novela de 1973 de Lothar G. Buchheim, un periodista de que narraba en ella sus experiencias como Teniente y al servicio de Propaganda en la Alemania nazi que fue destinado en 1941 al submarino U-96 como corresponsal de guerra. Una experiencia, tan rica como dolorosa, de la que nacería la novela que se convertiría en 'bestseller'.
Tras el éxito del libro en librerías, los estudios alemanes Bavaria compraron los derechos para hacer una película y, como revelaba el documental El Submarino: la historia de una superproducción submarina emitido junto a la película por el canal Arte en Francia tal y como recoge AlloCine, ni siquiera quisieron esperar a tener un guion definitivo y un casting de actores para comenzar la construcción de dos réplicas en acero del U-Boot, de 70 metros de largo cada uno, que albergarían el futuro rodaje. Una construcción cuyo primer presupuesto ya ascendía a casi 2,5 millones de marcos alemanes -lo que serían unos 1,3 millones de Euros-, una suma muy grande para la época.
Así, el productor de cine alemán Günter Rohrbach, al frente de los estudios Bavaria, se dio cuenta de que la producción les saldría muy cara e intentó hacer de El Submarino una coproducción con Estados Unidos, llegando a empezar negociaciones con Columbia Pictures. Receptiva desde el primer momento, el primer paso de la 'major' fue enviar dos cineastas experimentados para supervisar el proyecto: John Sturges y Don Siegel.
Sin embargo, el autor de la novela, para quien esta película contaría, al igual que su libro, un trozo de su vida, se opuso rotundamente al intento de hacerse con el control por parte del estudio estadounidense: "¡No voy a hacer una película en mi barco con estos bastardos!". "Los estadounidenses querían hacer la película con un guion en el que los alemanes eran muy maniqueos", comenta en el documental el actor Herbert Grönemeyer, que en El Submarino interpreta al teniente Werner, corresponsal de guerra a bordo del submarino y verdadero doble cinematográfico del autor de la novela.
Ante esta reacción, Columbia no tardó en dar marcha atrás y se retiró del proyecto.
Günter Rohrbach asumió entonces el gran riesgo de convertirla en una producción 100 % alemana. Pero el riesgo daría sus frutos: El Submarino fue uno de los mayores éxitos del cine alemán a nivel internacional, e incluso fue nominado al Oscar en seis categorías principales, que incluyen Mejor director, Mejor guion adaptado y Mejor fotografía (obra extraordinaria del aclamado director de fotografía Jost Vacano), entre otros. 41 años después de su estreno, la película no tiene arrugas y disfruta de la atemporalidad que hace únicas a las obras maestras.