Ahora la conocemos como millonaria, pero JK Rowling, antes de escribir Harry Potter y la piedra filosofal, pasó momentos muy malos: de hecho llegó a pedir ayudas del gobierno, que le dieron unos 100 euros semanales, y acabó siendo "tan pobre como es posible, sin ser una sintecho", según se definió ella misma. Ese libro era lo que le hacía seguir. Escribía en cafés, en casas que le dejaban amigos, allá donde podía. Al final, justo después de conseguir su certificado para poder ser profesora, terminó esa primera novela. El resto ya os lo sabéis de sobra.
Potter o no Potter, esa es la cuestión
Y eso que doce editoriales rechazaron a la escritora hasta que consiguió un golpe de suerte: la hija del departamento de literatura infantil de Bloomsbury vio a su hija leyendo un capítulo tras otro y decidió hacerle el favor de intentarlo, no sin advertirle de que jamás cobraría una sola libra de la literatura infantil. Vaya ojo, ¿eh?
Eso no impide, claro, que los fans hayan tratado, durante años, de sacarle agujeros de guion a la saga... sin darse cuenta de que la mayoría están respondidos por el propio libro. Por ejemplo, se suele comentar que no hay motivo para que Voldemort tenga sus horrocruxes en objetos importantes para su vida, y que podrían ser cosas normales imposibles de detectar, algo que le habría hecho vencer. Sin embargo, es el propio Dumbledore el que le da respuesta en una línea, cuando Harry le cuestiona esto mismo ("Podría ser cualquier cosa") y el profesor afirma que a Voldemort "le gustan los trofeos".
De todas maneras, cuando normalmente nos preguntamos por qué los personajes del libro no hacen una cosa o no hacen la otra, normalmente no son agujeros de guion, sino, simplemente, decisiones autorales. Por ejemplo, ¿por qué a veces no piensan en invenciones muggle para problemas mágicos? Lo hacen continuamente... pero, simplemente, no funcionan igual de bien. A veces hay que ponerle un poquito de magia a la vida, ¿no?