Ishana Night Shyamalan lleva tatuado en el linaje familiar el término "plot twist". Al fin y al cabo, su padre, M. Night Shyamalan, es el hombre que creo uno de los mayores giros de guion de la historia del cine. Para muchas generaciones, el final de El sexto sentido es como el 'Wonderwall' de Oasis: su impacto cultural es tan grande que no sabes en qué momento adquiriste ese conocimiento. Es como si siempre hubiese estado ahí. Lo chocante, habiendo aprendido de uno de los mejores, hubiese sido que Ishana Night Shyamalan se hubiese colocado detrás de las cámaras de una comedia romántica. No tanto que Los vigilantes, su primera película como directora de largometrajes, sea un cuento de fantasía, terror y suspense.
Shyamalan se estrena en la gran pantalla con una adaptación, la de la novela homónima de A.M. Shine, después de acumular experiencia como productora, guionista y directora en las creaciones de su padre: la película Tiempo y la serie Servant. En Los vigilantes, Shyamalan vierte todo lo que ha aprendido -en casa y en el trabajo- y es inevitable ver en el filme errores de principiante, pero también elementos que vaticinan que lo mejor en su carrera está por venir.
Los vigilantes -estreno en cines el 7 de junio- empieza en un bosque. Es de noche y hay un hombre que corre entre los árboles. No le queda demasiado tiempo. ¿Para qué? Ni idea, pero todo apunta a que nada bueno. A Shyamalan solo le hacen falta unos minutos para asentar al espectador y hacerle entender en lo que se está metiendo. Tras el prólogo, conocemos a Mina, la verdadera protagonista de esta historia ambientada en Irlanda. Dakota Fanning da vida a esta joven, quien vive a desgana día sí y día también desde hace 15 años por la muerte de su madre. Mina trabaja en una tienda de animales y el dueño, un hombre al que nunca vemos el rostro, le encarga una tarea: tiene que llevar a un pájaro a otro lugar y el viaje en coche es algo largo.
En medio de un bosque, el vehículo y todos los aparatos tecnológicos dejan de funcionar. Mina está sola y su única compañía es un ave enjaulada que parlotea, en una especie de aviso, que no se deje morir. La suerte de la protagonista cambia cuando se encuentra con una mujer que le abre la puerta de una extraña casa. Mina solo tiene unos segundos para decidir, y decide lo lógico: entrar en ese refugio. Una vez allí, la protagonista se encuentra con cuatro personas, cuatro paredes y un espejo. Hay alguien fuera del bosque que quiere verlos.
Puedo contar más, pero no tendría sentido acercarse a Los vigilantes sabiendo qué ocurre después de que Mina traspase la puerta de esa casa en medio de un bosque. De igual forma que no lo tendría ver El sexto sentido sabiendo qué le pasa realmente a uno de sus protagonistas. Además, de eso va la mezcla de suspense con terror y con fantasía, ¿no? De que tu cabeza vaya construyendo futuribles sobre la incertidumbre y las pistas que te da la historia. Así que dejemos que eso siga su curso natural.
UNA DIRECTORA A LA QUE SEGUIR LA PISTA
Los vigilantes es un cuento clásico con lo fantástico como excusa para explorar lo íntimo. Es una historia sobre las relaciones humanas y cómo los traumas del pasado nos persiguen en el presente, así como que la única forma de enfrentarnos a ellos es mirándolos de frente. A nivel estético, el trabajo de Shyamalan es una delicia. La atmósfera, los escenarios y los juegos visuales son tremendamente potentes y seductores, y la directora sabe manejarse en la combinación imagen y sonido para exprimir al máximo el material que tiene. No puedes dejar de mirar.
El problema con Los vigilantes reside en sus sorpresas y, en ese aspecto, el apellido Shyamalan pesa mucho. La película es una adaptación, por lo que los giros ya están hechos, pero lo que funciona sobre el papel, no siempre lo hace en la gran pantalla. La revelación final del filme no está a la altura de todo lo construido y empaña todo el conjunto.
Hay problemas, sí, sobre todo en lo referente a esas soluciones rápidas y poco cuidadas de la recta final del filme. También en aquellos detalles que conectan con la gran revelación de la historia, pero que quedan olvidados y perdidos porque apenas se profundiza en ellos. Aun así, siendo esto el resultado de una primera vez -la más difícil-, Ishana Shyamalan es una directora a la que hay que seguir la pista. Lo tenemos fácil. El apellido nos lo sabemos ya de memoria.
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