A la hora de revitalizar una saga estrenada 30 años antes sabes que tienes que llegar a dos grupos de espectadores muy diferentes: aquellos que disfrutaron de las cintas originales y los completamente nuevos. Es difícil encontrar un equilibrio entre ambos bandos y la mayoría de veces una franquicia demasiado longeva muere por no saber hacerlo. Cuando se anunció en 2018 que Dos policías rebeldes iba a tener una secuela casi nadie imaginó que todavía quedaban por estrenar las mejores entregas de la saga.
Si Bad Boys for life ya surgió como una de las mejores películas de acción del 2020 y como un descubrimiento total de los cineastas Adil El Arbi y Bilall Fallah, su continuación mantiene vivo el legado, lo refresca y embellece. Bad Boys: Ride or die quizás baje un poco el nivel de su predecesora, pero sigue siendo puro entretenimiento de acción y una cinta más compacta que las dos originales.
Bad Boys for life nos mostró a Mike Lowrey y Marcus Burnett como dos policías ya mayores, con achaques y falta de motivación para seguir con su carrera. Fue una toma de contacto muy inteligente por parte de los directores, que huían de los héroes inmortales para presentar a agentes terrenales y, ya de paso, exprimir toda la comedia que pudieran de este enfoque. Ride or Die continúa con esta estrategia, volviendo a ponerles los pies en la tierra y haciendo que lidien con situaciones vulnerables.
En esta ocasión, Mike y Marcus se pasan al otro lado. Por primera vez en la historia de la saga, son fugitivos. El capitán Conrad Howard, fallecido en la anterior entrega, ha sido acusado de colaborar con la mafia de Miami, algo que ninguno de los protagonistas estará dispuesto a tolerar. En plena hazaña por limpiar su nombre, terminan siendo perseguidos por sus compañeros y se ven obligados a actuar al margen de la ley.
En la cuarta entrega de la saga, los directores aún consiguen encontrar un punto de giro para renovar la trama de Bad Boys y darle a los espectadores algo nuevo con los personajes de siempre. Mismos escenarios, mismos nombres, misma acción, pero pequeños cambios para seguir enganchando. Incluso la estética del filme, con los movimientos de cámara que tan bien definen a Michael Bay, están presentes en esta película para seguir con el legado de manera amable.
La técnica continuista se nota también en el homenaje constante a los dos primeros filmes. Adil El Arbi y Bilall Fallah, quienes crecieron viendo las aventuras de los agentes una y otra vez, rinden tributo a la saga comenzada por Bay incluyendo referencias y guiños que solo comprenderán los muy fans. Como decíamos, dan en el clavo al equilibrar un universo cinematográfico que ya ha cumplido 30 años con el reto de renovar una saga que podría haberse quedado demasiado anticuada.
A pesar de ser ésta una película menos compacta en su conjunto que la anterior, con algún que otro momento surrealista, gana a las demás en su sentido del humor. Aquí han apostado más por la comedia y funciona. Adil y Bilall se apoyan principalmente en la dinámica entre Will Smith y Martin Lawrence como el dúo protagonista. Al igual que sagas como Hora punta o Arma letal, la clave por la que la película funciona es por la buena química entre los actores y es esto lo que sostiene el resto de elementos.
Bad Boys: Ride or Die es una buena propuesta como entretenimiento de acción y comedia de verano. Notablemente superior a las dos primeras entregas, pero inferior al genial regreso que fue Bad Boys for life. Los fans la adorarán, los críticos la odiarán y el resto de público la disfrutará sin mayor pretensiones.