Reconozcámoslo: nadie daba un duro originalmente por la secuela de Top Gun. Llegaba 35 años tarde, con una industria del cine que había cambiado del todo y un actor principal que dividía al público. Sin embargo, acabó convirtiéndose en un éxito por sorpresa y acabó recaudando casi 1500 millones de dólares en todo el mundo. Nada mal para una secuela que Tony Scott anunció en 2010... pero murió antes de poder empezar a rodar. Y todos los méritos van dirigidos hacia la misma persona: Tom Cruise.
Llévate mi respiración
Y es que se valora mucho al Cruise actor, pero no todos se dan cuenta de la gran labor como productor que hace en sus películas desde que debutara, al lado de Paula Wagner, en Misión Imposible, allá por 1996. Desde entonces ha aprendido mucho sobre el negocio de hacer cine y, de hecho, sobre la propia visión que el público tiene de él y las teclas que debe tocar para pasar de una experiencia estándar a algo inaudito e inolvidable.
Prueba de ello es la escena que obligó a cambiar en uno de los -pocos- momentos amorosos de Top Gun: Maverick. Originalmente, Jennifer Connelly y él estaban en un barco en San Diego viendo delfines. Para la actriz todo era perfecto, pero Cruise dijo "No, esto es aburrido. No es suficientemente rápido, no es suficientemente guay. Quiero que Penny sea realmente fuerte". Y, como la propia Connelly reconoce, tenía razón.
Lo siguiente que supo es que estaba montada en un barco bamboleante en San Francisco, un día con mucho viento, totalmente mojada y con las rachas huracanadas impidiéndole decir bien las líneas de diálogo. En muy pocos segundos podemos entender a un personaje que quizá de la otra manera no tuviera el suficiente tiempo en pantalla para que entendiéramos por qué le atrae a Maverick. Ahora sabemos que le gusta vivir aventuras, que es dura y que nuestro piloto favorito no puede resistirse. ¿Les veremos juntos en una futurible Top Gun 3? Hasta que no lo vea, no me lo creo.