Si piensas que no es posible que en las campañas promocionales de las películas actuales se ventilen el mismo dinero que en hacer la cinta en sí misma, tendrías que ver lo que pasaba en 1997, cuando en el estreno de El mundo perdido el departamento de márketing se gastó 250 millones de dólares entre merchandising, muñecos, videojuegos y cómics. La película costó tan solo 73 millones, tres veces y media menos. Por suerte, recaudó más de 600 millones y no supuso un fracaso para los libros de historia.
Perdidito, perdidito
Hay que tener en cuenta que esta película, realmente, ni siquiera debería haber existido: Michael Crichton no tenía ningún interés en escribir una secuela de Parque Jurásico, y solo cuando la película fue un éxito se animó a ponerse a escribir (y no dejar pasar esta bolsa de dinero andante, claro). Y es que en el contrato ponía que Steven Spielberg y compañía solo podían hacer esta secuela si Crichton decidía continuar con la saga.
Eso sí, en la película hicieron lo que quisieron con el material original. De hecho, hacia el final vemos un agujero de guion rarísimo en el que un barco fantasma llega al puerto con un T-Rex encerrado en una caja dentro y, se supone, todos los miembros de la tripulación muertos. ¿Pero cómo, si el tiranosaurio está encerrado? La respuesta hay que encontrarlo en los primeros bosquejos del guion, cuando el barco iba a estar infestado de velocirraptors. Sin embargo, en un momento dado decidieron dar de lado a estos dinosaurios pero mantener, por algún motivo, el barco fantasma. No tiene sentido, pero bueno, funciona visualmente, así que nunca le dimos demasiadas vueltas.
Crichton decidió desmarcarse por completo de la saga jurásica, pero, después de su muerte, ¿quién les iba a impedir capitalizar el éxito? Tess Sharpe escribió La evolución de Claire, basada en la trilogía Jurassic World, que apareció en 2018 y transcurre justo antes de que se abra el parque de atracciones. Llegados a este punto, la saga ya funcionaba en piloto automático.