Aunque parezca increíble, Titanic no habría existido sin un pequeño documental que fue directo a IMAX y en el que se mostraban imágenes inéditas de los científicos buscando el barco hundido. La película se llamaba Titanica, duraba una hora y media y no tuvo mucho éxito, pero James Cameron acabó fascinado. Tanto, que contactó con el equipo que había trabajado en la película sumergiéndose y buscando el barco, y les convenció para formar parte de su obra megalómana. Lo consiguió, y sin muertes de millonarios por el camino. Todo un logro visto estos días.
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My money will go on
Para la época, Titanic fue cara: costó cerca de 200 millones de dólares, mucho más de lo que originalmente habían aceptado darle al director. Todo el mundo sabe que Cameron se pasa con los presupuestos, pero en taquilla recupera todo y más. Tal y como le dijo a los productores, tenían dos posibilidades: una película cara y mala o una más cara y potencialmente genial. Eligieron lo segundo. Sabia elección.
Sin embargo, hubo un momento en el que pudo haber perdido toda la confianza del estudio y millones de dólares: puedes verlo si pausas la película a las 2 horas y 35 minutos, en el icónico plano en que el agua entraba en la Gran Escalera y se comía todo a su paso. Solo tenían una oportunidad porque era el mismo set que se había utilizado durante todo el rodaje y, por tanto, solo podía destruirse una vez. Le echaron encima 340.000 litros de agua. Obviamente no había posibilidad de volver al principio.
Por suerte, quedó bien a la primera y no hizo falta rehacer el escenario de nuevo para que cumplir los deseos del siempre meticuloso director. Por cierto, ¿sabías que ahora mismo no es ni siquiera la película que más dinero ha costado de la historia del cine? En su momento lo era, pero hoy por hoy ha sido superada con creces por películas que jamás sospecharías, como Superman Returns, X-Men 3 o Las crónicas de Narnia: El príncipe Caspian. Por lo que sea, nos quedamos con las locuras de Cameron, puestos a elegir.