Cuando se estrenó El show de Truman no había Gran Hermano ni había llegado aún la fiebre de los realities, pero eso no impidió a Peter Weir captar el mundo que estaba por venir a la perfección. Y en parte fue gracias a unos trucos detrás de las cámaras increíbles, como un libro con la historia del programa para todo el reparto e historias para todos los personajes escritas tanto por él como por los actores. Básicamente, quería asegurarse de que todo el mundo viviera una película que va mucho más allá de lo que se nos cuenta.
Un show en decadencia
En cada visionado ves algo en El show de Truman que no habías visto antes. Es pura magia. Por ejemplo, ¿alguna vez os habíais dado cuenta de que el programa está al borde de la ruina? ¡De verdad! ¿Creíais que era casualidad que un foco cayera del cielo, o que el padre de Truman pudiera colarse tan fácilmente entre los extras? Solo puede pasar con poca seguridad y un equipo mal pagado. Pero, definitivamente, hay más ejemplos definitorios.
Hay una escena fantástica en la que Meryl, la mujer de Truman, se pone a anunciar Mocacao, "hecho con semilla de cacao natural de los montes de Nicaragua sin edulcorantes artificiales". Es un guiño divertido al product placement, pero lo sorprendente es la respuesta de Truman, que claramente no está acostumbrado. Y poco a poco, el programa va cayendo más en esta publicidad subliminal, señal inequívoca de que está en las últimas cogiendo dinero de donde puede.
Una vez lo ves no puedes dejar de verlo, pero todo queda cerrado en la frase que Christof dice en una entrevista: El show de Truman da mucho dinero, pero también hay muchas facturas que pagar. Y, después de los mayores éxitos de su vida, la serie se está volviendo monótona y aburrida, como toda vida adulta, y por eso quieren que su protagonista tenga un hijo, añadiendo una nueva dinámica en su vida. Y es que, al fin y al cabo, ¿quién vería Gran Hermano durante 30 años seguidos?