Habría sido fácil para John Krasinski tratar de medrar en el mundo de la comedia tras interpretar al sonriente Jim Halpert durante todas las temporadas de esa obra maestra contemporánea que fue The Office. Sin embargo, siempre quiso ir más allá: en 2009, en pleno pico de popularidad como actor, guionizó y dirigió Entrevistas breves con hombres repulsivos sin imaginar que nueve años después sería por fin respetado como creador gracias a una película de terror tan innovadora como Un lugar tranquilo.
Tranquilos, que da tiempo a comer
Originalmente, Un lugar tranquilo iba a ser una película más de la saga Monstruoso, pero finalmente Paramount decidió intentar conseguir con ella algo nuevo. Por suerte. El guion acabó llegándole a Krasinski de casualidad, que empezó a contarle a su mujer, Emily Blunt, cómo veía él la historia. Fue ella, de hecho, quien le insistió en que la dirigiera. El actor se reunió con los jerifaltes de la productora, les explicó que quería co-escribirla y dirigirla, y lo consiguió. Es más: por sorpresa para los propios guionistas originales, su reescritura trataba de proteger el material original tratándolo siempre con respeto.
De hecho, el cariño que Krasinski puso a esta película es inusual. Y valga este ejemplo: mientras la cámara pasa por la tienda, podemos ver que, aunque se han llevado casi toda la comida, quedan todas las bolsas de patatas fritas por una sencilla razón: el ruido atraería a los monstruos. Si habías soñado con un apocalipsis comiendo bolsas de patatas, piénsatelo dos veces.
Comparando con los presupuestos millonarios de las películas de hoy en día, el de Un lugar tranquilo fue ridículo: solo fueron 17 millones de dólares. Recaudó veinte veces más y dio origen a una franquicia de la que acabamos de ver en cines la más que apreciable Un lugar tranquilo: Día 1. Y todo nació de la casualidad... Y de negarse a que fuera una más de Monstruoso.