Lost in Translation es una de esas películas que, si aún no has visto, seguramente encabeza tu lista de pendientes por disfrutar. El segundo trabajo como directora de Sofia Coppola llegó a las salas de cine en 2003 y se convirtió en una película de culto. Su trama explora temas tan profundos como la alienación cultural, la crisis de identidad y la búsqueda de significado en las épocas de la vida donde nos sentimos más perdidos.
La historia de Lost in Translation aborda una cotidianeidad con la que los espectadores siempre se sentirán identificados, lo cual es parte de su encanto. Sin embargo, lo que realmente destaca es que su producción fue bastante modesta en comparación con el tremendo éxito que alcanzó, llegando incluso a ganar un premio Oscar.
La película explica la historia de Bob Harris (Bill Murray), un actor en decadencia que debe aceptar ser el protagonista de un anuncio en Tokio para poder reconducir su carrera. Una vez en la ciudad japonesa, Bob no se adapta a los enormes rascacielos ni al ruido constante que los rodea; además, el desfase horario le ha provocado insomnio. En estas circunstancias, pasa gran parte de su tiempo en la barra del bar del hotel, donde conocerá a Charlotte (Scarlett Johansson).
Esta joven ha viajado hasta allí para acompañar a su novio fotógrafo, pero la realidad es que pasan poco tiempo juntos y Charlotte, sola y sin hablar japonés, se aburre. Entre Bob y Charlotte surge de inmediato una conexión: ambos se sienten solos en medio de una multitud y no encuentran su lugar en esa ciudad tan diferente en espacio y costumbres a las suyas.
La película que revolucionó el turismo de Japón
Sofia Coppola contó con 4 millones de dólares de presupuesto para explorar la relación entre Charlotte y Bob Harris. Esta cantidad de dinero se queda pequeña en comparación a los 118 millones de dólares que la película recaudó en la taquilla mundial. Por si no fuera poco, también fue nominada en cuatro categorías de la 76ª Edición de los Premios Oscar: Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Actor Principal y Mejor Guion Original, siendo este último la única estatuilla que Coppola se llevó a casa.
El largometraje está inspirado en la infancia y vivencias de su directora. Cuando era niña, seguía a su padre, el cineasta Francis Ford Coppola, de hotel en hotel mientras él trabajaba en sus películas. A esta experiencia se sumó un viaje a Japón cuando tenía 25 años, momento en el que ya viajaba por su propia carrera y no acompañando a su padre. En aquella época, Coppola no imaginaba que su estancia en Japón tendría un impacto tan profundo.
Al convertirse en una película de culto, los escenarios de Lost in Translation se hicieron tan famosos que actualmente existen tours para visitar los lugares por los que han paseado Scarlett Johansson y Bill Murray. De hecho, el hotel Park Hyatt de Tokio, uno de los lugares icónicos de la película, recibió tal número de reservas después del estreno de la cinta, que ahora ofrece experiencias bajo el nombre Lost in Translation.