En verano, quien más y quien menos se va a echar sus buenas partidas a Catán, Carcassonne, ¡Aventureros al tren! o Gloomhaven. Lo que seguro que no pasa es que alguien decida abrir un tablero de Jumanji, sobre todo teniendo en cuenta lo que pasó en 1969 y en 1995, cuando Robin Williams emergió del juego después de estar encerrado en él durante 25 años. Lo curioso es que, después de que la película se convirtiera en un éxito, nadie habló de secuelas hasta 2005, cuando se estrenó Zathura.
¡Jumanji!
Poco se recuerda, eso sí, que entre 1996 y 1999 Jumanji tuvo su propia serie de animación que duró 40 episodios y seguía más o menos la trama de la película. El argumento, por suerte, no se quedó colgado en el último momento, con una diferencia crucial: al final Peter y Judy decidían destruir el juego para siempre. Y eso nos lleva a una pregunta: ¿Por qué nadie hacía eso al principio de la película?
Recordad que lo primero que vemos es un niño en 1869 enterrando el juego y diciendo sobre el siguiente que lo encuentre "que Dios tenga piedad de su alma". Es más: al final, Alan y Sarah, transformados en niños en 1969, tiran el tablero por un puente al río que hay debajo. Y, sabiendo perfectamente lo que ocurre con él... ¿Por qué no quemarlo o destruirlo sin ningún tipo de remordimiento? De acuerdo, sí, entonces no habría película, pero si la serie de dibujos lo hizo bien, ¿cuál es la excusa para no acabar así?
Obviamente, que pretendían hacer más secuelas oficiales (más allá de la secuela espiritual Zathura). Sin embargo, tardó 22 años en llegar y, ya en 2017, convertía el juego de mesa en un videojuego. Los tiempos están cambiando, pero donde esté un buen Fábulas de peluche, que se quiten todos los Jumanjis del mundo.