Ahora nos parece una obra maestra y es historia del cine por méritos propios, pero en 1998 Paramount estuvo a punto de cancelar Salvar al soldado Ryan. Y es que, por aquella época, el estudio iba a rodar dos películas sobre la II Guerra Mundial con Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger tituladas Combat y With wings as eagles, y creían que una más era demasiado. Todo cambió, claro, cuando la combinación de Tom Hanks y Steven Spielberg entró en juego. ¡Hay cosas contra las que no se puede (ni se debe) pelear!
Salvar al sol-dedo
Spielberg estaba fascinado por la II Guerra Mundial, e incluso ya había hecho películas sobre el tema cuando era adolescente (como vimos años después en Los Fabelman), pero su único acercamiento, en 1941, había sido un absoluto fracaso. Por eso esta quería hacerla bien para redimirse. Cuidó cada detalle y se preocupó de que los productores no pudieran decirle nada. Ellos sabían perfectamente a quién estaban contratando, y que cuando tienes a alguien como Spielberg no tienes nada que decir en la película.
A tanto llegó el nivel de detalle que a los 20 minutos y 56 segundos puedes ver un detalle increíble: la uña en la que Barry Pepper (Jackson en la película) dispara su rifle de francotirador tiene un pequeño hematoma, algo que pasaba en la guerra a los que trataban de recargar un M1 Garand, un rifle semiautomático del ejército de EEUU que se bloqueaba cuando estaba lleno de cartuchos y hacía heridas a los soldados que no quitaban sus pulgares lo suficientemente rápido.
El director quería que la película luciera fea y violenta. Tanto, que incluso tuvo miedo de que el órgano que dicta qué público puede ir al cine prohibiera la entrada a menores de 18 años con la temida calificación NC-17. Por suerte, consiguió la R, en la que los niños pueden verla si van acompañados de un adulto, y la famosa escena del Día D pudo llegar finalmente a todo el que quiso verla.