Cuando Danny Lyon recorrió las carreteras del medio oeste americano entre 1963 y 1967 como un miembro más del club de moteros Chicago Outlaws documentando su mundo y estilo de vida lo hizo con una motivación clara más allá de la observación de lo desconocido: reflejar lo que el llamó como "el espíritu de los Bikeriders". "El espíritu de unas manos que hacen rugir los motores de esas enormes máquinas conduciéndolas unas veces por circuitos de carreras, mezclándose con el tráfico, y otras sin rumbo fijo".
El trabajo de documentación de Lyon se materializó en un fotolibro publicado en 1967 y llamado The Bikeriders, que recopila las historias de los moteros que conoció en aquella época a través de sus propios relatos y un montón de fotografías. Este fotolibro llegaría a manos del cineasta Jeffe Nichols casi cuatro décadas más tarde, pero aún necesitaría dos más para materializar la película que ahora acaba de llegar a las salas de cine. En España estrenada bajo el título Bikeriders. La ley del asfalto, probablemente la joya cinematográfica de este verano.
Aunque el club de moteros de Danny Lyon era el Chicago Outlaws, Jeff Nichols presenta en su película la historia del los Vandals, una versión ficticia del original liderada por un aficionado a las motos llamado Johnny Davis que fundó el club en Chicago cautivado por Marlon Brando en Salvaje (1953) y que está encarnado por un Tom Hardy que está realmente inmenso. Al comienzo de la película, la voz de Kathy Bauer (Jodie Comer) entrevistada por el estudiante de fotografía Danny Lyon recuerda cómo en 1965 conoció a uno de los miembros más destacados del club, Benny Cross (Austin Butler), se casaron rápidamente y el espíritu de los bikeriders se convirtió en su forma de vida.
Repleta de romanticismo hacia la cultura biker, Bikeriders funciona como una carta de amor a un estilo de vida a través de unos personajes fascinantes que solo pueden ser elevados por el brillante elenco que encabeza el triángulo Butler-Comer-Hardy. En su película, Nichols huye por completo de los clichés negativos en torno a este mundo, aunque no los ignora, para centrarse en representar la pasión por las motocicletas de sus miembros, la camaradería y amistad y todo aquello que hizo y hace que sea un mundo tan atractivo.
Jeff Nichols no lo esconde: quiere que te enamores de esta forma de vida y lo consigue a través no solo de una cuidada representación de la época a través del brillante trabajo de producción llevado a cabo por los departamentos de diseño de producción, vestuario, peluquería, maquillaje y, por supuesto, fotografía, sino de una historia cautivadora y adictiva que te hace amar a sus personajes y sus distintas luchas personales a través de un triángulo emocional que huye de lo tradicional. Con un Benny casi inexpugnable en el centro, Kathy y Johnny empujan al joven en direcciones completamente opuestas en un escenario cada vez más tenso que empieza a estar dominado por la violencia.
Si nunca te sentiste atraído por la cultura de las motos, hazte un favor: No dejes que el desinterés se convierta en rechazo porque te estarás perdiendo una película increíble.