Año 1966. Leah y Arnold Spielberg deciden separarse meses después de mudarse a Saratoga (California). El hijo mayor, Steven, no estaba ni lejanamente preparado y acabó creando un amigo imaginario que calificó como "el amigo que podría ser el hermano que nunca tuve y el padre que no sentía que tenía". Años después, con su carrera como cineasta bien encauzada, quiso hacer una película sobre aquella vivencia, pero Growing Up acabó encallándose y convirtiéndose en una película sobre aliens llamada primero Night Skies, después E.T. y yo y, finalmente... E.T. El extraterrestre.
Ten cuidado, a ver dónde te mETs
Originalmente, Night Skies era una película de invasión extraterrestre en la que había una subtrama con un alienígena amigable, Buddy, que se hace amigo de un niño autista, y que en la escena final se quedaba abandonado en la Tierra. Esa escena fue el punto de partida de E.T., cuyo guion solo tuvo dos revisiones (para incluir, entre otras cosas, la épica persecución en bici o la escena en la que E.T se emborracha) y, desde el principio, ya tenía su frase más mítica.
Por supuesto, hablo de "E.T, teléfono, mi casa", que todos recordamos perfectamente... salvo porque no es esa. Lo que nuestro extraterrestre favorito dice es "E.T, mi casa, teléfono". Es un Efecto Mandela tan habitual que incluso Universal cuando subió el clip a YouTube lo hizo cambiando el orden correcto de las palabras.
Imaginaran la frase que imaginaran, lo único cierto es que después del éxito de E.T los productores quisieron inmediatamente una segunda parte, que se iba a titular Miedos Nocturnos, y Spielberg hizo la historia mala a posta para que no le obligaran a rodarla. En ella, Elliott y sus amigos eran raptados por aliens malvados, tratando de contactar con su amigo para que les ayude. La propuesta se canceló, pero según Henry Thomas aún hay ejecutivos queriendo traer de vuelta E.T 2 y calculando los beneficios. La historia de siempre en el Hollywood moderno.