Josh Hartnett es uno de esos actores que, tras haber cautivado por completo a Hollywood y a la audiencia en su juventud, no acabó siendo la prometedora estrella que todo el mundo pensaba que sería. A lo largo de la historia del cine hemos visto como algunos intérpretes que parecían destinados a comerse el mundo, como Hayden Christensen, Cary Elwes, Edward Furlong e incluso Sam Worthington, finalmente acababan en un segundo plano, con una carrera no necesariamente acabada en algunos de los casos, pero sí lejos de lo que parecía que el futuro les tenía preparado.
Sin embargo, aunque a menudo le hemos visto formando parte de las listas de estrellas que dejaron de brillar, el caso de Josh Hartnett es diferente: el actor, que ahora protagoniza la nueva película de M. Night Shyamalan, La Trampa, que está a punto de estrenarse en las salas de cine, fue quien quiso, voluntariamente, alejarse de Hollywood.
Es decir, que Hollywood no pasó de Josh Hartnett, sino que más bien fue Josh Hartnett quien pasó de Hollywood.
Si naciste en los 90 y creciste en los 2000, recordarás la época en la que Hartnett se convirtió en uno de los jóvenes actores más prometedores: tras su trabajo en el slasher Halloween H20: Veinte años después en 1998, su primera película, al intérprete no dejó de entrarle trabajo y directores de la talla de Brian de Palma, Ridley Scott, Robert Rodriguez o Michael Bay se fijaron rápidamente en él. Así, durante toda una década Hartnett participó en conocidas películas como The Faculty, Black Hawk derribado, Pearl Harbor o El caso Slevin.
Sin embargo, a Hartnett no le gustó demasiado aquella época y decidió poner distancia, llegando a rechazar varias veces ser Superman a las órdenes de Brett Ratner en un proyecto que no se hizo y también la trilogía El Caballero Oscuro de Christopher Nolan que tantas cosas buenas le brindó a Christian Bale.
El actor decidió abandonar Los Ángeles para regresar a Minnesota y puso distancia con sus representantes, pero en realidad solo dejó de trabajar durante 18 meses, tal y como recuerdan en un interesante reportaje-entrevista con The Guardian en el que el propio Hartnett da algunas explicaciones.
Simplemente no quería que mi vida fuera devorada por mi trabajo. Y en ese momento existía la idea de que simplemente había que renunciar a todo. Y ves lo que le pasaba a algunas personas en ese entonces. Quedaban aniquilados por eso. Yo no quería eso para mí
Ahora con 46 años, Hartnett está experimentando una etapa diferente en su trabajo, en la línea con lo que ha querido construir a lo largo de los últimos años y que giraba en torno a una idea principal: hacerse con papeles interesantes que unas veces salían mejor, como La Dalia Negra de Brian de Palma, y a veces peor, como Mozart y la ballena (2005) o El último asalto (2007). "Algunas de esas películas tuvieron éxito. Algunas fracasaron. Pero siempre estaba buscando algo que estuviera fuera de lo que la gente esperaba de mí", recuerda el actor en la entrevista.
Protagonista de la nueva película de Shyamalan, Hartnett acertó de lleno con uno de sus últimos síes: interpretar uno de los papeles en la brillante Oppenheimer de Christopher Nolan.