De un tiempo a esta parte, el cine y la televisión se han hartado de dragones, sobre todo desde el éxito de Juego de Tronos. Antes, se contaban con cuentagotas, entre el Fafnir de Los nibelungos (hace cien años), Reptilicus y, por supuesto, el rey Ghidorah de las películas de Godzilla. No era más sencillo verles en televisión, donde estaban relegados a programas de marionetas (probablemente por el alto precio de hacerlos a tamaño real). En 1992, un dragón llegó a protagonizar su propia sitcom, Scorch, pero fue cancelada después de solo tres episodios. No estaba de moda.
Drag on!
Qué diferencia con un mundo post-Juego de Tronos, ¿verdad? Ahora, quien más y quien menos tiene a su dragón de turno, desde Érase una vez hasta Mi pequeño pony. Y, por supuesto, la reina tiene que ser La casa del dragón, con sus trece dragones dispuestos a servir en la paz (y, sobre todo, en la guerra) a los Targaryen. Uno de ellos, quizá el más reconocible, es Vermithor. Y es imposible no preguntarnos algo muy importante sobre él.
Y es que, a pesar de que ha quedado más que contrastado que la reina Rhaenyra controla a la perfección a Vermithor, incluso permitiendo que lo acaricie, ella decide que sea otro el que lo monte (Hugh Hammer). ¿Cuál es el motivo? Bueno, hay que remontarse al libro original, Fuego y Sangre, donde George RR Martin nos indica que ya tiene un dragón, Syrax, que nació junto a ella en la cuna y con el que, por tanto, establece un vínculo irrompible. Tanto, que Rhaenyra no tiene ningún interés en tener otro dragón.
De hecho, es lo que suele pasar con los Targaryen: si te das cuenta, Daenerys, pese a tener tres dragones, solo se montón en aquel con el que tenía más afinidad, Drogon, dejando más libertad a Viserion y Rhaegal. Ahora bien, habrá que ver si los showrunners de La casa del dragón no quieren dar un nuevo giro a la trama enfadando por el camino a George RR Martin. No será la primera vez, desde luego...