Han pasado 45 años desde que vio la luz en las salas de cine, pero Alien, el octavo pasajero (1979), el segundo largometraje dirigido por el cineasta veterano Ridley Scott, sigue siendo una de las películas más terroríficas que existen. Poco importa que el filme, que surgió a raíz de una broma, contase con un presupuesto limitado de poco más de 10 millones de dólares o que sus efectos especiales fuesen en un 99% totalmente prácticos -maquetas, animatronics, maquillaje, vestuario-. La película se convirtió en un éxito mundial, se llevó un merecidísimo Oscar por sus efectos visuales e inició una de las sagas más interesantes de toda la historia del cine.
La última película dentro de la franquicia, Alien: Romulus, llegaba, de hecho hace apenas un mes a las salas de cine, demostrando que aquella historia que nació hace más de cuatro décadas medio en broma medio en serio puede ser una fuente inagotable si acaba en las manos adecuadas.
Y eso fue precisamente lo que hizo de Alien, el octavo pasajero se convirtiese uno de los pilares fílmicos tanto del terror como de la ciencia-ficción: la convergencia de la increíble historia de Dan O’Bannon y Ronald Shusett con un 'dream team' de artistas que formaron parte de la producción y que aunaron sus talentos para convencer a los estudios de que lo que tenían entre manos merecía la pena.
La importancia de cada una de estas piezas y cómo acabó convirtiéndose en Alien, el octavo pasajero son analizadas milimétricamente por Alejandro G. Calvo para su última retrocrítica, que puedes ver sobre estas líneas y que supone un auténtico homenaje a la enorme película filmada por Scott.
"Vuelta a ver Alien hoy en día, 45 años después de su estreno, es asombroso ver lo bien que aguanta, lo real que parece", reflexiona el crítico tras el último visionado del filme para analizar cada uno de sus entresijos. "Y esa realidad, esa credibilidad, que empuja el miedo en la película porque todo transmite verdad, viene en gran medida dada por lo asombroso de todo su diseño artístico".
"Contundencia, una inteligencia y una perfección artística absoluta"
A la cabeza de Alien terminaría Ridley Scott, un veterano cineasta que venía de la publicidad y que entonces solo había dirigido algunos cortos, episodios, y un largometraje, Los duelistas, un par de años antes. "Un director eminentemente visual que da una importancia máxima al trabajo con la cámara. [...] Si el material con el que trabaja es bueno, es un cineasta capaz de elevar el relato gracias a una concepción estética altamente espectacular", reflexiona G. Calvo. Entonces solo empezaba, pero Alien, el octavo pasajero y Blade Runner justo a continuación le convirtieron en uno de los grandes de la historia.
Y, por supuesto, no podríamos hablar de Alien sin destacar una verdad incontestable: que contó con una de las mejores protagonistas de toda la historia de la ciencia-ficción, la Teniente Ripley, encarnada por una impresionante Sigourney Weaver.
Así, reflexiona el crítico, "la saga Alien, sin duda, en un mundo asolado por franquicias de saldo y directores de Hacendado, es una de las más interesantes de toda la historia del cine. Por varias razones: por su gusto mayestático a la hora de elegir a los directores de las mismas, por su esfuerzo en no tratar de repetir la fórmula consabida, que de eso ya se encargaban la 'alien-exploitation', y por tratar de ampliar, matizar y enriquecer su mítica".