El comienzo de una buena película es capaz de quedarse grabado en la memoria de los espectadores para siempre. Desde los primeros acordes de La ciudad de las estrellas: La La Land hasta el robo maestro en El Caballero Oscuro, estas escenas iniciales no solo llaman nuestra atención, sino que establecen el tono de la película. Sin embargo, pocos inicios han generado tanto pavor y perdurado tanto en el tiempo como el de Tiburón, la película de Steven Spielberg que desde hace casi 50 años sigue afectando a miles de personas cada vez que piensan en nadar en el mar.
Lo que comienza como una tranquila fiesta en la playa, con jóvenes relajándose y compartiendo porros, rápidamente se convierte en una historia de terror cuando Chrissie (Susan Backlinie) decide meterse en el agua. El ambiente idílico de “paz y amor” cambia por completo cuando un borracho persigue a Chrissie hasta la playa, pero se queda dormido en la orilla y deja a la primera víctima de la película completamente a su suerte.
Universal Pictures
La tensión aumenta cuando la cámara de Spielberg se desplaza entre el plano subjetivo del tiburón bajo el agua y la perspectiva de Chrissie, indefensa y vulnerable en la superficie. El director consigue que el espectador sienta la presencia del depredador, aunque nunca llegamos a verlo en pantalla, haciendo que el peligro aumente a la vez que lo hace la música de John Williams. El borracho sigue tumbado en el suelo y no se entera de nada, pero Chrissie es atacada sin nadie que la rescate.
"No lo hagas": Steven Spielberg dio un tajante consejo a Christopher Nolan antes del rodaje de una de sus mejores películasEn tan solo tres minutos y medio, Spileberg ha conseguido traumatizar a los espectadores y dejar marcada su memoria de por vida. El director crea una atmósfera de peligro permanente, estableciendo el tono de lo que vendrá: la amenaza invisible y constante de lo que acecha bajo el agua. Casi 50 años después de su estreno, el inicio de Tiburón sigue siendo un clásico atemporal que aún impide a muchos cinéfilos bañarse en el mar sin sentir un escalofrío en la espalda.
