Era tan evidente que se volvió invisible, como una tarea pendiente que se queda sin hacer día tras día y su recuerdo aparece repentinamente, como un coletazo. ¿Cómo es que en la era post-Me Too ninguna mujer ha revisado Emmanuelle (1974)?
El mito erótico por excelencia del cine nació primero en el papel en 1967 de la pluma de Emmanuelle Arsan. Pasaron siete años y la novela se adaptó a la gran pantalla. La película fue una revolución. A la primera Emmanuelle le siguieron seis películas más, inspiró filmes en otros países, una serie de televisión estadounidense de ciencia ficción -la protagonista enseña el sexo a unos alienígenas que llegan a la Tierra- y hasta un videojuego.
Todas las películas de Emmanuelle contaron con un hombre en la silla de director -solo en la cuarta aparece una mujer: Iris Letans codirigió el filme con Francis Leroi-. Por si fuera poco, la novela también la escribió un hombre: Louis-Jacques Rollet-Andriane, marido de Marayat Rollet-Andriane, quien se presentó como autora de la novela -ríete tú de Carmen Mola-. Te puedes imaginar, en este contexto creativo, las decisiones de un personaje femenino explorando su sexualidad.
En la época en la que más se denuncia la violencia sexual que sufren las mujeres, después de que se hayan destapado casos como el de los abusos de Harvey Weinstein -escándalo que inició el movimiento Me Too- y los de Carlos Vermut en el cine español, así como el crimen cometido por Dominique Pelicot, que drogó a su mujer durante décadas para que otros hombres la violaran; volvemos a preguntarnos: ¿Cómo es que no nos hemos acordado de Emmanuelle? Hay una mujer que sí lo ha hecho.
Audrey Diwan se ha cobrado una cuenta pendiente que habíamos olvidado que teníamos. La ganadora en 2021 del León de Oro en Venecia con El acontecimiento (2021) -adaptación de la novela homónima de Annie Ernaux- ha cogido al personaje de Rollet-Andriane y lo ha convertido en una mujer de nuestro tiempo. Con Emmanuelle queda inaugurada la Sección Oficial de la 72ª edición del Festival de Cine de San Sebastián.
Con guion de la propia Diwan y Rebecca Zlotowski, Emmanuelle es una película que deja poca huella, pero en la que el deseo femenino sí es precisamente eso: deseo femenino. La Emmanuelle de Diwan, encarnada por Noémie Merlant, es una mujer soltera -la original estaba casada con un hombre poderoso- que se dedica a hacer pruebas de calidad en hoteles de lujo. Su nuevo trabajo la lleva a Hong Kong, lugar en el que transcurre el filme.
Diwan se distancia kilómetros de la Emmanuelle de los años 70: el consentimiento es categórico en esta nueva versión y el placer busca de forma activa. Independiente e inteligente, la protagonista tiene encuentros sexuales con hombres y mujeres que se alojan en el hotel en el que está trabajando, pero hay uno, interpretado por un misterioso Will Sharpe, que no responde a sus coqueteos y filtreos, y eso hace mella en su ego: no pueda dejar de pensar en él.
La tarea pendiente de modernizar Emmanuelle se ha cumplido, sí, pero con cierta inapetencia pese a algunos momentos de gran elegancia y sensualidad. Su desenlace, no obstante, es toda una declaración de intenciones: el orgasmo femenino como broche de oro. No podía haber otro final.
'Soy Nevenka': El primer Me Too español
Algo explota y alguien huye. Hay jadeos, prisa y estallidos. Una vida está en peligro. Sabes que lo que estás viendo no es una película bélica, pero, por unos segundos, dudas. Soy Nevenka entra por el oído, situando al espectador en lo que parece una zona de guerra. Cuando la primera imagen aparece en pantalla, todo encaja. Sí. Vas a ver una batalla, y una de las más importantes ocurridas en España, pero se trata de otro tipo de lucha: la de la primera mujer que consiguió una condena por acoso sexual contra un político.
Después de contar la historia de Maixabel Lasa en Maixabel (2021), Icíar Bollaín repite en el guion con Isa Campo y vuelve a colocarse detrás de las cámaras para relatar la historia de otra pionera real. Esta vez, la protagonista es Nevenka Fernández, la economista española que, durante su labor como concejala de Hacienda en Ponferrada, fue acosada sexualmente por el alcalde del Partido Popular Ismael Álvarez. Y por ahí empieza Bollaín su película, con la protagonista decidiendo algo que marcaría un antes y un después en nuestro país: denunciar.
Sony Nevenka -compite en la Sección Oficial y está basada en la novela Hay algo que no es como me dicen de Juan José Millás- es una historia real y el filme no deja de tener muy presente que, además de película, es un testimonio audiovisual de un suceso crucial. Bollaín demuestra de nuevo su buena mano con la psicología de los personajes, dirigiendo un relato muy enraizado en lo íntimo y personal. Sin aderezos, solo jugando de vez en cuando con el sonido y la imagen, pero siempre a favor de la historia para que el efecto deseado gane fuerza; la cineasta construye momentos de tensión elevada. Y no solo cuando el acoso es físico. Nevenka se siente acorralada, intimidada, amenazada y asustada por lo que hace Ismael, pero también por lo que dice y por la influencia y poder que tenía el alcalde en Ponferrada. Bollaín y Campo han sabido capturar el acoso en todas sus vertientes y consecuencias.
El buen trabajo detrás de la cámara no tendría sentido sin una protagonista que sepa hacerle honor. Una increíble Mireia Oriol es la encargada de dar vida a Nevenka. Y lo hace con aplomo, confianza y verdad; poniendo todo de su parte en aquellos momentos clave de la historia de su personaje. En gran sintonía con ella está Urko Olazabal, que da vida a Ismael y que, en su papel de villano de la historia, logra ser encantador y convirtirse en un monstruo a media que avanza el relato.
Soy Nevenka finaliza con el juicio celebrado en 2002 que marcó un antes y un después en España. Sus últimos momentos son un gesto de liberación y esperanza para la protagonista, pero su canto final no está a la altura de todo el ímpetu que lleva recorrido el filme y parece una decisión demasiado perezosa que desmejora el proyecto. No obstante, una de las cosas más importante de Soy Nevenka ocurre antes del juicio: cuando Bollaín muestra y registra, tirando de archivo, cómo los medios y la opinión pública respondieron ante la denuncia que Nevenka puso en 2001.
Cuando Nevenka defendió su dignidad, la gente la culpó a ella y su partido le dio la espalda. "Ya te avisamos de que era un mujeriego y tuvieras cuidado", le echa en cara su madre antes incluso de plantearse denunciarle. "¿Cómo ha podido dejarse acosar?", se preguntaba por entonces Ana Rosa Quintana. Han pasado más de dos décadas y seguimos escuchando la misma cantinela.
'Cónclave': La guerra de los cardenales
Hay un evento que ocurre sin fecha planificada cuya importancia, a nivel mundial, es indiscutible. Es una reunión a puerta cerrada que, pese a dar una imagen bondadosa y conciliadora, es pura estrategia y manipulación. La elección de un nuevo Papa puede ser adictiva, de esos relatos que no dan tregua y que te tragas con las mismas ganas que rebañas tu plato favorito. Ya lo demostró Paolo Sorrentino con su dupla seriéfila The Young Pope (2016) y The New Pope (2020). Ahora, Edward Berger ha cogido ese acontecimiento y lo ha ahogado de lleno en el género del 'thriller'. ¿El resultado? Cónclave es una película de lo más entretenida que sabe manejar muy bien el suspense. Todo ello revestido de un gusto visual que hará las delicias de los más estetas.
El filme, una adaptación de la novela homónima de Robert Harris, sigue al decano Lawrence, quien se encuentra en la situación más complicada de su trabajo como cardenal: el sumo pontífice ha muerto y hay que organizar un cónclave. Durante días, todos los cardenales se reunirán en la Capilla Sixtina de la Ciudad del Vaticano para elegir a un sucesor.
Berger, después de ser la sorpresa de los Oscar 2023 con la cruda Sin novedad en el frente -nueve nominaciones y cuatro estatuillas ganadas-, ancla la película, que también compite por Concha de Oro, en un elenco con nombres como los de Ralph Fiennes, Stanley Tucci, Isabella Rossellini y John Litgow.
Fiennes es Lawrence, el cardenal encargado de los preparativos del cónclave y quien, como si de una jugada de ajedrez se tratara, va derribando a los candidatos más fuertes descubriendo los secretos que esconden. Lo suyo no es ambición por convertirse en Papa, pero sí velar por los intereses de la Iglesia Católica. Al menos, eso es lo que se dice a si mismo. Misterio resuelto tras misterio resuelto, revelación tras revelación, Cónclave, ayudada por unas imágenes sumamente atractivas, una sensación claustrofóbica y una banda sonora poderosa y eficaz, no da tregua. La película es de esas que te agarran desde el principio y no te sueltan hasta su último segundo.
Berger es sutil a la hora de retratar a la Iglesia Católica, pero en esa finura no hay dudas sobre el mensaje que nos manda. Hay humor en Cónclave, pero también un señalamiento directo del reducido papel de la mujer en la institución y un énfasis en lo desvergonzados y viles que son algunos de sus miembros. Quizá, por eso, el último de los secretos revelados en Cónclave es tan placentero. Más de una terminara sumamente satisfecha cuando aparezca el fundido a negro.
'Memorias de un caracol': Siempre hay luz entre tanta oscuridad
Los hermanos mellizos Pudel han tenido la peor infancia: han crecido en la pobreza, sin madre, con un padre alcohólico y ludópata y han sufrido 'bullying'. Lo único que les mantuvo a flote de niños fueron los libros, los caracoles y tenerse el uno al otro. Su adolescencia y adultez tampoco fue a mejor. Tras el fallecimiento de su padre, son separados y enviados a hogares en extremos opuestos de Australia. Grace, la protagonista, acaba con un matrimonio de 'swingers' que estaban más fuera de casa que dentro. Gilbert, el hermano, termina en la granja de manzanas de una familia fanática religiosa, homófoba y sumida en el pánico satánico que ha dado forma a su propio credo. Su única esperanza es la promesa de Gilbert: cruzar todo el desierto que les separa para volver a encontrarse.
Memorias de un caracol es un precioso relato crudo y triste contado en animación 'stop-motion' y dirigido por Adam Elliot. En su reparto de voces encontramos las de Sarah Snook, Eric Bana, Kodi Smith-McPhee, Dominique Pinon y Nick Cave. Insistimos en una cosa: que sea un filme de animación no significa que esté dirigido al público infantil. Memorias de un caracol es un potente relato sobre el poder de la amistad femenina y vivir el momento sin dejar que el trauma te defina, pero ciertos guiños y tramas están destinados únicamente a los adultos. Y no. No nos referimos a la capacidad que tiene Pixar y Disney para introducir mensajes con segundas lecturas en sus películas. Aquí no hay sutileza ni indirectas.
Grace es la narradora de Memorias de un caracol, filme de la Sección Perlak. Cuando su mejor amiga, la extrovertida y disfrutona Pinky, muere, la soledad invade a la protagonista y eso le conduce a recordar y contar su vida a Sylvia, su caracol favorito. Grace habla sobre su niñez, de su hermano como único monolito de amabilidad, cariño y amor, de cómo conoció a Pinky, de su primer novio, de su depresión, de su cleptomanía y obsesión con los caracoles y de su sueño de ser animadora.
Hay inteligencia, ritmo, humor negro y originalidad en cómo se cuenta el relato en Memorias de un caracol, pero, ante todo, esta maravilla de la animación es una historia sobre los momentos de luz cuando parece que solo hay oscuridad. La vida siempre sigue aunque todo esté en tinieblas.
'La luz que imaginamos': Encontrar la liberación
Prabha y Anu son dos enfermeras de Mumbai que comparten piso y trabajo. Mientras Anu, la más joven, se ve a escondidas con un chico musulmán, Prabha, la más madura, vive con el recuerdo de su marido, quien se marchó a trabajar a Alemania poco después de su matrimonio. Las dos mujeres son las protagonista de La luz que imaginamos, película de la cineasta Payal Kapadia que se alzó con el Gran Premio del Jurado en el pasado Festival de Cannes.
Kapadia relata con sensibilidad y delicadeza la historia de Prabha y Anu, con las actrices Kani Kusruti y Divya Prabha cumpliendo con unas buenas y coherentes interpretaciones. La luz que imaginamos se transforma en un relato mucho más íntimo cuando las protagonistas hacen un viaje a un pueblo costero para ayudar a una compañera del hospital que ha perdido su casa y se ha visto obligada a abandonar la ciudad.
Es en este nuevo entorno en el que Prabha y Anu pueden despojarse de los límites y prohibiciones impuestas por la sociedad y la religión. La primera no puede iniciar una relación con otro hombre porque, aunque está totalmente distanciada de su marido, sus padres la obligaron a casarse. La segunda, a la que sus padres ya están buscando un esposo, no puede intimar con su novio porque no está bien visto.
La luz que imaginamos, también en Perlak, es una historia interesante con buenas interpretaciones. Lástima que el sabor esperanzador que deja su final no sea suficiente.