Una superproducción de fantasía de 150 millones de dólares con estrellas como Angelina Jolie y Anthony Hopkins, que presenta al público una tecnología cinematográfica completamente nueva, suena, a priori, como algo con papeletas para funcionar, pero, lejos de haber hecho historia en el cine, Beowulf naufragó en taquilla y ya está medio olvidada 16 años después.
Robert Zemeckis, director de clásicos de culto como Regreso al futuro o Forrest Gump quiso iniciar una nueva etapa en su carrera en 2004 y anunció su interés en hacer películas utilizando el proceso de captura de movimiento, un desarrollo en el que no sólo se siguen los movimientos, sino también los rasgos faciales de actores reales para transferirlos después a personajes generados por ordenador.
Zemeckis pensaba que esta tecnología era el futuro y no le faltaba razón, ya que los habitantes azules del planeta Pandora en la epopeya de ciencia ficción Avatar, la película de James Cameron que actualmente es la más taquillera de la historia, se crearon precisamente mediante esta tecnología.
Sin embargo, las creaciones de Zemeckis no fueron tan convincentes: estrellas como Tom Hanks (en Polar Express) o Angelina Jolie eran claramente reconocibles como ellos mismos, pero cuanto más se acercaban sus avatares digitales a los originales, más extraños parecían para el público.
Pero ese no fue el único problema de Beowulf. Después de que su predecesora, Polar Express, más familiar, lograra duplicar su presupuesto, Zemeckis quiso aplicar el proceso a un material más pensado para adultos y su plan no funcionó. La oscuridad del original (el poema heroico en inglés antiguo "Beowulf", que ya se ha rodado varias veces) no quería conciliar con la estética suave de la película, por lo que quedó atrapada entre distintos targets y al final casi nadie quería verlo.
El resultado fue un fracaso: a película sólo recaudó 196 millones de dólares en taquilla, un resultado de taquilla más que decepcionante para un presupuesto de 150 millones de dólares. Sin embargo, la experiencia no impidió que Zemeckis siguiera experimentando con la tecnología de captura de movimiento y en 2010 lo intentó de nuevo con una película navideña Cuento de Navidad, esta vez con mayor éxito.